martes, 13 de julio de 2021

Antonio Ramón Fernández

Nació el 18 de diciembre de 1901 en Algar de Cartagena, en la española provincia de Murcia, siendo sus padres Pedro Fernández y Pilar Calderón. A la edad de 7 años llegó a la Argentina, residiendo con su familia en la ciudad de Resistencia, donde cursó la escuela primaria y parte de la secundaria; en 1920 se recibió de maestro en la Escuela Normal de Corrientes, dando inició a su carrera docente en la Escuela Nº 58 de Presidencia de la Plaza el 13 de abril de 1921.

El 26 de agosto de 1921, en una colonia agrícola llamada Paraje Los Cuatro Árboles, situada al noroeste de Presidencia de la Plaza y distante unos 25 km de esta localidad, en la que el censo realizado un año antes indicaba una población de 109 personas, fue creada la Escuela Nacional Nº 78, que inició su tarea de enseñanza en una casa, un rancho prestado por doña Alicia de Lencina; siendo designado primer director titular de 4ª Categoría el maestro Antonio Fernández, quien en 1923 se hizo cargo con carácter de interino.

Relata Días:

Corría 1923. Recién llegado de la ciudad un joven de reducida estatura cabalgaba junto a otro hombre alto de campo rumbo a la selva chaqueña. El joven no dejaba de preguntar. En un paso pantanoso el caballo corcovea y lanza a su jinete hacia el lodo negro y denso. Sin una palabra de protesta, sin el menor gesto de impaciencia, Antonio Fernández vuelve a montar su caballo y prosigue la marcha (Días, 2000-2011).

Cañada González -
Fotografía del autor (14/08/2017).

Llegó de noche, a caballo, frente a un rancho de paja perdido en medio de la llanura boscosa y reposó sobre un catre de tientos; su misión debía cumplirse con instrumentos adaptados a las circunstancias y frente a una realidad dramática: la escuela para la que había sido designado director interino carecía de todo... hasta de local.

Enseguida recorrió el vecindario y al término de una semana construyó a costa de su propio peculio una modesta vivienda, levantó un mástil de quebracho, puso en condiciones el rancho para el aula e improvisó los muebles necesarios para dictar clases. Con la presencia de todos sus vecinos inauguró el período escolar y después de seis meses trasladó la escuelita a un local donado por el Consejo Nacional de Educación; todos sus ahorros fueron invertidos en ella para mejorarla.

A fines de 1925, por razones de salud, debe retornar a su antigua escuela, la Nº 58, haciéndose cargo de un grado (Ruíz, 1967). El 26 de junio de 1926 recibió la comunicación de su ascenso, haciéndose cargo de la dirección de la Escuela Nacional Nº 64 de La Chiquita, en Colonia Rivadavia, donde debía dictar clases en un rancho desvencijado, pero Fernández poseía gran espíritu de trabajo y de iniciativas. Sus manos manejaban la azada y el hacha, amasaron ladrillos, pintó aberturas y paredes, erigió el mástil y construyó el local; nuevamente invirtió sus ahorros, siendo apoyado y ayudado por el vecindario. Logró un local escolar confortable y lindo, colmado de alumnos, con un jardín que pone una nota de colorido, huerta escolar, patio de juegos y rodeado de árboles autóctonos y frutales, donde desarrolló una activa acción escolar, social y cultural. Fue maestro, enfermero, consejero, padrino de niños y de bodas, amigo de todos.

Creó una escuela nocturna ad-honorem para enseñar a los adolescentes y adultos. Instruía y educaba, impartiendo temas de moral, higiene, solidaridad, trabajo, amor, caridad, además de las enseñanzas propias de la escuela.

Antonio se enamora y en 1928 contrajo enlace con su colega Emma Santía; en La Chiquita formó su hogar, donde el matrimonio tuvo cuatro hijos: Pedro José, Rolando, Elda Edit y Jorge Antonio. Entre 1928 y 1929, él y su esposa actuaron en teatros y coros de Presidencia Roque Sáenz Peña, en veladas artísticas organizadas por la Asociación Española.

Años más tarde buscó mejora para sus hijos y consiguió su traslado a la Escuela Nº 166 de Presidencia Roque Sáenz Peña, donde el Consejo Nacional había decidido crear una escuela en el Ensanche sur; se nombra a Santiago Lesca director del nuevo establecimiento, quien en 1940 es ascendido a inspector y Fernández pasa a ocupar la dirección vacante, faltando 45 días para la finalización del ciclo escolar, en un local chico e inadecuado. La comunidad crecía, aumentaba la cantidad de alumnos y también de maestros, por lo que se propuso y logró mejorar el edificio, aumentar aulas, embellecer el frente y los patios; habló con la Asociación Cooperadora, con la Intendencia y con el vecindario, exponiendo los problemas de la escuela y las posibles soluciones que se podrían lograr con la ayuda de las autoridades y de la comunidad. Solicita fondos para la ampliación del local, pero recibe solo 5.000 pesos.

Un día decidió tumbar techos y paredes y reconstruir el edificio, de la escuela original deja solamente los cimientos, muchos lo creían loco, pero al dar comienzo el nuevo ciclo escolar el edificio estaba terminado, en el cual diseñó el jardín, el parque, la huerta y el gimnasio; agregó la Sala de Primeros Auxilios, la biblioteca, el equipo sonoro con parlantes para amenizar los recreos, el Salón Comedor, el gallinero, el mástil y año a año fue incrementando las comodidades del edificio en beneficio de los alumnos. La Escuela Nº 166, llamada "la del Ensanche Sur", se convirtió en la "Escuela de Fernández". En horas nocturnas impartía enseñanza ad-honorem a adolescentes y adultos; mientras en el amplio gimnasio, bien iluminado, un exoficial del ejército o de la marina, impartía instrucción militar a los jóvenes que esperaban ser llamados para cumplir con el servicio militar.

La calumnia y la ambición de los pobres de espíritu se ensañaron con este maestro, pero en tiempos de creciente nacionalismo Fernández ofrecía un blanco propicio: era español. No importaba que hubiera llegado a Argentina a los 6 años y que se hubiera recibido de profesor en la Escuela Nacional de Profesores de Corrientes; Fernández era español y amigo de los humildes, tenía que ser comunista. Se le practicó un sumario por ese motivo y la injusta exoneración; cuenta Tamburini, quien fue el encargado de darle la noticia a Antonio Fernández, que el maestro mantuvo la entereza y le pidió un favor: que la comunicación oficial llegara después del 25 de mayo, ese día quería desfilar por última vez frente a su escuelita; respetándole el pedido, con fecha 26 de mayo de 1944 lo separaron del cargo y abandonó la escuela.

Fernández acepto el sumario con resignación y se defendió tan solo con sus obras; fuera de la nómina del personal y sin sueldo, siguió concurriendo a la escuela todos los días durante meses hasta que la justicia lo repuso en el puesto.

El pueblo estaba indignado y por primera vez en la historia del magisterio chaqueño, y quizás de la docencia nacional, un pueblo elevó su protesta enérgica por defender a su maestro; después de horas amargas y desconcertadas, Fernández vio la demostración de cariño de toda una población. El trámite fue lento, cerrado el sumario se aguardaba con impaciencia el resultado. El interventor del Consejo -Pedro Gully-, desestimó la denuncia y triunfó la justicia, siendo reincorporado el 1 de agosto del mismo año.

Fue muy amplia su labor, intensas sus inquietudes, brillante su actuación docente y activo ciudadano. La Universidad Popular de Presidencia Roque Sáenz Peña lo contó como uno de los más entusiastas propulsores de su creación y su primer director desde el 23 de junio de 1946. Actuó como director del Censo Nacional de 1947; se lo considera organizador y colaborador de la Federación del Magisterio de esa ciudad.

Falleció el 18 de mayo de 1950, a los 48 años.

Bibliografía

Días, C. V. (2000-2011). Héroes olvidados: Los guerreros de la pluma. Recuperado el 15 de Septiembre de 2016, de Tu Remanso: http://www.turemanso.com.ar/fuego/educacion/heroes.html

Ruíz, P. A. (1967). Algunas referencias sobre Presidencia de la Plaza y la Escuela Nacional Nº 58. Mimeo, Escuela Nº 58, Presidencia de la Plaza.

 

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