martes, 17 de marzo de 2020

José Pardo

El 4 de Abril de 1931 moría en Clermont-Ferrand, el industrial francés André Michelin, coinventor del neumático y creador de la Guía Michelin. Ese mismo día, en Presidencia de la Plaza nacía José Pardo; nieto de inmigrantes españoles llegados a Argentina al iniciarse la segunda década del siglo XX.

Su abuelo paterno fue Miguel Pardo, oriundo de Arbo, localidad de la región de Galicia, quien estaba casado con María Dolores Trinidad; ambos llegaron de España en 1912 con sus dos hijos mayores: Francisco y José Epifanio, desembarcando en Resistencia. En Argentina nacerían otros cinco hijos.

Miguel llegó trabajando en el ferrocarril en 1920 y como en la zona de Presidencia de la Plaza había otros españoles, se quedó, radicándose en la zona conocida por aquel entonces como Colonia Herrera, donde hoy tiene el campo Juan Carlos Uribarri. En 1931 se trasladó a colonia Pastoril, cuando compraron campo en Lote V, donde ahora esta Alberto Trinidad, y una legua en Lote VI, que entregaron al crearse el Parque Nacional Chaco. La Legua C del Lote V era llamada Paraje Pardo, por encontrarse allí el campo de Francisco y José Epifanio Pardo.

Francisco, apodado Frasco, había nacido en 1906; se casó con Emiliana Lobato, oriunda de Laguna Blanca y fueron los padres de José, quien es el mayor de 11 hermanos, 4 mujeres y 7 varones. José comenzó la escuela primaria en 1937 en la Escuela N° 183, donde hizo 1° y 2° grado con el maestro Juan Alberto Pellegrino, luego fue a la Escuela N° 1 Benjamín Zorrilla, cuando el director era Luis Días Corrales, Córdoba era el apellido del portero. Estudiaban carpintería y era solo para varones, esto fue en 1939, cuando los padres de José se separan y Francisco, acompañado de su hijo, en 1940 se va a vivir a Los Palmares, cerca de María Sara, quedándose allí hasta 1949. De allí se fueron a El Palmar, ubicado detrás de los cuarteles del Ejército en Resistencia; allí pusieron tambo, repartiendo 600 litros de leche por día en Resistencia y Barranqueras.

José Pardo (Fotografía del autor, 26/05/2018).

En 1952 Francisco compró 150 hectáreas de campo en Vedia (Departamento Bermejo), dedicándose a la agricultura, comercio y compra de algodón; ese año José fue convocado a prestar servicio militar en el Regimiento de Mercedes, saliendo como Dragoneante un año más tarde. Por ese motivo, José no acompañó a su padre a Vedia, sino que al ser dado de baja del Ejercito,  a los 22 años se trasladó a Presidencia de la Plaza para trabajar con su tío Juan Rosendo Meana, el padre de la abogada Hilaria Meana, quien fuera Jueza de Paz en la localidad.

Juan Rosendo tenía negocio al lado de la actual EFA Santa Elena y se dedicaba a la ganadería. Con su tío trabajó como lechero, cobrando el 40% de la producción, con Meana fue que aprendió contabilidad. Allí estuvo hasta 1956 en que Meana se mudó y puso un negocio en la entrada noroeste de Presidencia de la Plaza, cerca de donde funcionara la desmotadora de Volof y en años recientes la Universidad del Movimiento Independiente de Jubilados y Desocupados. Ahí José trabajó con Juan Montiel, Miguel Uribarri y Alarcón. Luego Meana puso una sucursal en el centro y José fue a trabajar allí con un tal Enrique.

En 1954 José se casó con Elida Luisa Lavia Ayala, nacida en 1937 en Resistencia. Al enrolarse omitieron poner el apellido Ayala, por lo que debieron realizar el cambio en el Registro de la Personas en Buenos Aires. Vivían en el campo, donde tenía carnicería, allí nacerían sus tres hijos: José Francisco, Alicia Mirta y Luis Alberto.

Corría el año 1960 y con Ángel Trinidad, Jesús Gómez (padre de Chiquita Gómez) y otros vecinos, gestionaron la creación de la Escuela N° 667 de Lote V, lo que se concretó el 27 de abril de 1961. Fue su tío José Epifanio quien cediera el terreno para la construcción de la misma. En esa época el intendente era José Pérez Muñoz, cuando Arturo Frondizi era presidente de la Nación y José Bandeo era vicegobernador de la provincia del Chaco. Todos ellos apoyaban a la Unión Cívica Radical Intransigente.

En 1968 se separó de su tío Meana, poniendo en 1968 un negocio frente al monumento al general San Martín; en 1975 puso un obraje junto a su hijo mayor, comprando un camión, en 1979 compró un segundo camión, el que era manejado por su hijo Luis, quien acabada de salir del servicio militar.

En 1982 pusieron un depósito en Buenos Aires, donde tenían 100 empleados, para esa época tenía 30 hornos de carbón, por lo que cerró el negocio en Presidencia de la Plaza, haciendo 4 o 5 viajes por semana a Buenos Aires con carbón. Luego de sufrir varios episodios de inseguridad en Buenos Aires, decidieron volver a Presidencia de la Plaza.

En 1985 puso el negocio con su hija Alicia, era mayorista y minorista; fue el mismo año que se fundó la Sociedad Rural de Presidencia de la Plaza. Tenía cinco galpones llenos de mercadería, era la época en que el algodón aún era el oro blanco. A los productores les daba mercadería, semilla, agroquímicos y les compraba el algodón; la primera entrega les pagaba y la segunda les descontaba lo adeudado.

En 1991 compró el campo al sureste del ejido municipal de Presidencia de la Plaza, dedicándose a hacienda y obraje. En ese establecimiento hizo una experiencia de manejo de monte nativo, financiado por el Banco Mundial.

En 1993 encabezó la lista de concejales de la Unión Cívica Radical, ocupando ese cargo hasta 1995; en las elecciones de 2003 fue nuevamente electo para el mismo cargo. Fue fundador de la Asociación de Productores e Industriales Forestales de Presidencia de la Plaza en 1996, siendo también su presidente por varios períodos.

LA TRAGEDIA DE EL PALMAR


En el devenir de la historia de cada localidad, suceden hechos aciagos que luego la memoria popular transforma en sucesos heroicos, cuando en realidad son tragedias que llenaron de tristeza a la comunidad donde ese hecho ocurrió.
Almacen de El Palmar, situo donde ocurrió la tragedia (Fotografía del autor, 21/12/2016).
“Cinco sirenitas te llevarán / por caminos de algas y de coral / y fosforescentes caballos marinos harán / una ronda a tu lado”, dice la zamba que Ariel Ramírez y Félix Luna compusieron en recordación a la poetisa Alfonsina Storni, que se suicidó en 1938 en Mar del Plata, saltando al agua desde una escollera, aunque, según la canción, se internó lentamente en el mar.
“Y desde entonces las cuatro bocas / son muy sagradas en el lugar / y las tres cruces son milagrosas / la de Taitá, Olano y Cambá”, escribió Mario Millán Medina, según parece, para referirse a un hecho de sangre sucedido hacia la década de 1930 en el departamento correntino de Goya.
En el paraje El Palmar, en el Lote V de Colonia Pastoril, en el departamento chaqueño de Presidencia de la Plaza,  el 17 de marzo de 1963 sucedió también sucedió un hecho trágico; uno más de los tantos que ocurrieron en la zona. En esa ocasión, recordada como la masacre de El Palmar, en una gresca entre vecinos murieron cuatro personas del lugar.
Lo que se relata corresponde a diferentes entrevistas realizadas a personas que aseguran haber sido testigos del hecho o que dicen tener versiones de primera mano sobre el mismo, por lo que no se puede asegurar la total veracidad de los mismos, ya que, como dice Jorge Luis Borges en El tiempo “La memoria es individual. / Nosotros estamos hechos, / en buena parte, de nuestra memoria. / Esta memoria está hecha, / en buena parte, de olvido”.
Dicho la anterior, se piden disculpas por errores que pudieran existir en el relato, aclarando que no se ha recurrido a ninguna fuente documental y, por lo tanto, pueden existir otras versiones de los hechos, versiones que serán agradecidas si pueden enriquecer esta historia.
Los protagonistas fueron cuatro amigos, según relata Valentín Ramírez en su chamamé “La historia de Lote 5”, hermanos dos de ellos.
Félix Liva, hijo de José Liva y Lucía Serafini, era nieto y bisnieto de inmigrantes friulanos llegados en marzo de 1878 a Colonia Resistencia; su padre, José, había llegado de El Zapallar (hoy General José de San Martín) en 1917, instalándose en la zona que hoy se conoce como El Palmar y que durante mucho tiempo fuera conocida como Cañada Liva. Era hermano de Clemente y Ernesto; su esposa, de apellido Obregón, era hermana de la esposa de su hermano Ernesto.
“Pichón” o “Tincho” ¿Martín? Ramírez era hijo de Justino Ramírez, un correntino de San Luis del Palmar que a los quince años se afinco en la zona de El Palmar, trabajando con Sixto Liva, quien con su sobrino José habían llegado en 1917. La madre de Ramírez era Justa Benítez, quien, desde Saladas, había llegado en 1918 con su madre. Era hermano de Eraclio “Gallego” Ramírez, que en la portada del disco de su sobrino Valentín aparece fotografiado frente al local donde sucedió el tiroteo, siendo mencionado como el único sobreviviente del suceso, aunque ningún testimonio rememora que estuviera allí presente.
Los hermanos Pilar, Santo y Restituto Navarro vivían con su madre; esta aparentemente era viuda al momento de los hechos. Otro protagonista fue un señor de apellido Barrios, un paraguayo entrado en años, afincado en la zona, quien se dedicaría a realizar changas.
La noche anterior, sábado 16 de marzo, hubo baile en la zona. Y al día siguiente, a la madrugada, en el almacén de Félix Liva, quien tenía el negocio ubicado frente a lo que ahora es la capilla de San Cayetano, carnearon un animal, como lo hacían todos los domingos, para abastecer de carne fresca a la por entonces numerosa población. Al finalizar la carneada, hicieron una fritada de carne para desayunar, encontrándose presentes Liva, Ramírez, Restituto Navarro y Barrios.
El viejito Barrios estaba molestando y Liva, que era muy delicado, lo saco para afuera y le pegó con una goma; entonces Navarro fue a defenderlo para que no le pegue, aduciendo que la noche anterior habían estado todos juntos en el baile, compartiendo, y no había ahora motivos para andar peleando, entonces Liva le pegó con la misma goma.
Otras versiones dicen que a quien le estaban pegando era a Restituto, porque alguno de los presentes tenía la costumbre de darle de tomar y emborracharlo, para luego reírse de él. Restituto le dijo a una persona que pasaba que fuera hasta la casa, para avisar a sus hermanos que “Liva le estaba jugando”. El enviado cumplió su cometido, pero los dos hermanos estaban durmiendo, porque recién habían llegado del baile de la noche anterior y no quisieron levantarse para ir, porque decían que no era bueno volver a levantarse y salir nuevamente. Pero la madre les insistió: “A su hermano le están jugando y ustedes están durmiendo”. Entonces Santo se levantó, agarró el revólver y dijo: “Yo voy, pero no sé si vuelvo”; con su hermano Pilar se fueron en bicicleta.
Santo tenía una fusta en la mano y, al llegar, Ramírez salió a recibirlo, este tenía un Smith and Weston colt 38 de cachas blancas de hueso, pero no alcanzó a sacarlo, porque Navarro le disparó una bala por el ojo. También cuentan que Ramírez siempre andaba con un teyuruguay al hombro, cuando empezó el tiroteo cayó muerto sin haber podido agarrar el látigo.
Hay quienes aseguran que cuando Ramírez vio que llegaba Santo con la bicicleta y una fusta, salió y lo empujó de la bicicleta; este cayó y desde el suelo le disparó un tiro en la frente. Otra versión asegura que cuando Santo llegó, tiró la bicicleta y sin decir palabra le disparó a Ramírez.
Al salir Restituto, desde el interior del almacén le disparan por la espalda, cayendo de frente y muriendo en el acto. Se dice que el maestro Gómez estaba en el lugar, porque allí alquilaba una pieza y fue él quien disparó para matar a Navarro, pero testigos aseguran que este se encontraba en Presidencia de la Plaza, lugar al que iba todos los fines de semana y que el autor de ese disparo fue Liva.
Santo Navarro murió de cuatro puñaladas y Félix Liva recibió dos disparos. Cuando terminó el tiroteo, llegaron varias personas, entre ellas Valentín Ramírez, sobrino de uno de los muertos, a quien Félix le dijo: “Vayan a buscar a Cleme y Ernesto (sus hermanos), me han pegados dos tiros”. Este fue llevado al hospital de Presidencia de la Plaza, muriendo el 20 de marzo de 1963, a las 646 hs, según figura en la placa ubicada en el cementerio de esta ciudad. Fue el único de los heridos que no murió el mismo día.
Cuando llegó Chacho Ramírez, su hermano estaba boqueando y al tocarlo vio que tenía el revólver, se lo sacó justo cuando llegaba la policía y se lo quitaron. Luego el comisario López hizo que se lo devolvieran, lo llevó a Buenos Aires cuando estaba enfermo y lo dejó en la casa de su hijo, quien dijo que los hijos lo perdieron.
Pilar Navarro, hermano de Santo y Restituto, también participe del tiroteo, sobrevivió al mismo.
Años más tarde, Valentín Ramírez, testigo tardío del suceso, escribió el chamamé titulado “Historia de Lote 5”:
En Presidencia de la Plaza,
allá por el Lote Cinco,
era un día domingo
del año sesenta y tres
Yendo por Ruta Siete
camino al Palmar,
allí supo suceder
una historia fatal.
Se enfrentaron cuatro amigos
por razones desconocidas,
era Tincho Ramírez
junto a Félix Liva.
(Recitado)
No es leyenda ni es un cuento,
es la pura realidad;
cuenta mi música en su canto
tierra adentro de mi Chaco
una historia singular.
No hay consuelo en las familias,
amigos y conocidos
no se pueden explicar,
tanta tragedia enlutando
mi viejo pago El Palmar
Enfrentan a dos hermanos
que como fieras venían,
se armó una balacera
que nadie lo comprendía.
Era Santo Navarro
y su hermano Restituto,
al fin de esa contienda
El Palmar queda de luto.
Mueren los cuatro amigos,
ya nada se pudo hacer,
pero nadie presentía
lo que iba a suceder.
Llega Ernesto Liva
y su hermano Clementino,
fue tan grande el desconcierto
que nunca echaré al olvido.
Lamenta la población
esa inmensa tragedia,
un doloroso final
ocurrido en esa tierra.
Han transcurrido casi seis décadas de este trágico suceso y aún es recordado en la zona. Volviendo a tomar las palabras de Borges, quien asegura que nuestros recuerdos son recuerdos de recuerdos, tal vez lo que acá se cuenta no responda realmente a la verdad, ya que los testigos presenciales del hecho acontecido no están para contar que fue lo que realmente pasó. Pero quedan las consecuencias trágicas y dolorosas de un hecho que enluteció y lleno de dolor a toda una comunidad, una comunidad que pocas horas antes había estado compartiendo la alegría de un baile y que horas más tarde tenía que llorar a sus vecinos muertos.
Quizá sea momento propicio para reflexionar sobre la violencia que existe latente en nuestras comunidades, momento para reflexionar que dejarse llevar por los impulsos puede acarrear dolores de los cuales nunca podremos reponernos, recordando a quienes ya no están. Momento para reflexionar que errores del pasado no justifican seguir cometiéndolos, sino que hay que asumirlos para poder superarlos y enmendarlos.
Un momento para recomenzar a construir una comunidad fraterna.
Gerardo Roberto Martínez
General José de San Martín (Chaco); 17/03/2020