jueves, 2 de febrero de 2017

ERNESTO BLAS LIVA

Nacido el 3 de febrero de 1938, día de San Blas, Ernesto es nieto y bisnieto de inmigrantes friulanos llegados en marzo de 1878 a Colonia Resistencia. Francisco Liva y María Sabadini, sus bisabuelos, llegaron con sus tres hijos mayores, entre ellos Juan –su abuelo– de 3 años, que sería el padre de José Liva al casarse con María Bonfanti.

Su padre, José, llegó desde El Zapallar (hoy General José de San Martín) en 1917 y se instaló en la zona que actualmente se conoce como El Palmar y que durante mucho tiempo fuera conocida como Cañada Liva. José Liva, nacido en 1893, se casó con Lucía Serafini y en 1929 compró el campo que era del cacique José de La Cruz, en la entrada de colonia Vieytes; en esa casa nació y se crio Ernesto. Integrante de una familia formada por 10 hermanos: cinco mujeres y cinco varones, de los cuales es el menor, cursó los estudios primarios en la Escuela 131 de la colonia Herrera, llamada así porque en esa zona vivía la familia de Cristóbal Herrera, quien donó el terreno para la escuela; fue alumno de Juan Carlos Anabia y Casimiro Porta.

Recordando su infancia, cuenta que traer el algodón desde El Palmar a Presidencia de la Plaza insumía tres días de viaje; al regresar llevaban toda la mercadería para el año, que consistía en aquellos productos que no se podían producir en la chacra. Herederos de una cultura donde la gran mayoría era experta en explotación granjera y de tambo, así como en la fabricación de vino, queso, manteca y otros comestibles, casi nada se compraba porque todo se producía: “… para aceitar las ensaladas, fritábamos el tocino y la grasa que daba le echábamos a las verduras, después le poníamos vinagre”.

Pocos meses después de la muerte de su mamá en 1959, fue exceptuado de cumplir el servicio militar. Con cuatro de sus hermanos se trasladó al campo familiar situado en El Palmar, donde continuo con el trabajo de la chacra, a la que siempre se dedicó, porque asegura “…que en la chacra viene un año bueno, uno regular y uno malo”. Mientras el algodón fue el “oro blanco” siempre fue este su cultivo principal.

Todos traíamos cosecheros de Corrientes, cada uno ya tenía sus cosecheros con los que trabajaba de un año para el otro. Yo tenía cosecheros de Corrientes, cuando estaba por empezar la cosecha les mandaba una carta y venía uno a buscar la plata y se volvía para traer a las restantes familias. Cuando había mal tiempo, pedían la liquidación y uno se iba a Corrientes a llevar la plata de todos. Había confianza en esa época, ni recibo firmábamos (Liva, 2016).

En el camioncito modelo 1937 que le compró a su hermano Albino, al que le alargó la caja para cargar hasta 6 toneladas de algodón, transportaba la producción a la Cooperativa Unión y Progreso, de la cual su padre -asociado Nº 16-, fue uno de los fundadores y tesorero del primer Consejo de Administración. Cuando Biancalani construyó la Ruta 7 entre 1961 y 1962, Albino compró un camión Ford 8 Modelo 61 para acarrear tierra; ese camión le compró luego y le puso un motor diésel.

Recuerda que: “En 1963 hubo una creciente muy grande que se llevó todas las alcantarillas, con mi hermano Albino llevábamos un tablón en el camión y lo poníamos para poder pasar, luego levantábamos y seguíamos. Así podíamos venir hasta Plaza”.

Así como se declara hincha de Racing Club de Avellaneda, declara que siempre fueron hinchas del tractor Farmall, ya que su papá compró el primer tractorcito, un Farmall 12 para dos surcos en 1940, en 1950 compró el Farmall M, agricolero, para cuatro surcos, luego un Súper M diésel en 1954.

Casado desde 1957 con Cecilia Dora Obregón, es padre de dos hijos y abuelo de cinco nietos, quienes ya lo ha hecho bisabuelo. Aunque hace 40 años que vive en el pueblo, la mayoría de los amaneceres lo encuentran trabajando en su campo, donde tiene sus raíces, profundamente arraigadas en ese suelo al que su familia le diera nombre.

Gerardo Roberto Martínez

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