Plantea Manuel Castells que “un nuevo mundo está tomado forma en este fin de milenio” (1998:114), justificando por qué cree que este es un nuevo mundo, y basándose para ello en diferentes argumentaciones que dan peso a su afirmación: las telecomunicaciones, la ingeniería genética, los mercados financieros globales, pero, fundamentalmente, la Información, que lo más importante que tiene, es la de ser instantánea. “La interacción de estos procesos y las reacciones que desencadenaron crearon una nueva estructura social dominante, la sociedad red; una nueva economía, la economía informacional/global, y una nueva cultura, la cultura de la virtualidad real” (Castells, 1.998:114). Este aspecto considero que es el que marca fuertemente este nuevo mundo que está naciendo (o que, ya nacido, está creciendo). El fenómeno de la globalización no es nuevo. Lo nuevo es la velocidad con que la información recorre el mundo. Tomando prestado un ejemplo dado por el compañero Balestra en esta Maestría, un italiano que cuatro siglos atrás comía fideos con tuco, era un hombre globalizado. La diferencia radicaba en que desde que Marco Polo llegó a la China y llevó los fideos a Italia debieron pasar varios años; lo mismo sucedió con los tomates que debieron viajar desde la, entonces, recientemente encontrada América.
“Las presiones de la competitividad, la flexibilidad del trabajo y el debilitamiento de la sindicalización condujeron a la reducción del Estado de bienestar, la piedra angular del contrato social en la era de la industrialización” (Castells, 1998:115).
“Las redes de capital, trabajo, información y mercados enlazaron, mediante la tecnología, las funciones, los pueblos y las localidades valiosos del mundo, a la vez que desconectaban de sus redes a aquellas poblaciones y territorios desprovistos de valor e interés para la dinámica del capitalismo global. Ello condujo a la exclusión social y la irrelevancia económica de segmentos de sociedades, áreas de ciudades, regiones y países enteros, que constituyen lo que denomino el ‘Cuarto Mundo’. El intento desesperado de algunos de estos grupos sociales y territorios por vincularse con la economía global, por escapar de la marginalidad, llevó a lo que denomino la ‘conexión perversa’, cuando el crimen organizado en todo el mundo se aprovechó de su situación desesperada para fomentar el desarrollo de una economía criminal global, con el fin de satisfacer el deseo prohibido y suministrar mercancías ilícitas a la demanda interminable de las sociedades e individuos ricos” (Castells, 1998:115 y 116), fenómeno este que tampoco es totalmente nuevo. Leyendo El Padrino, o El Ultimo Don, podemos ver como la mafia siciliana se introdujo en Estados Unidos de América, ubicándose en territorios conquistados y en los cuales imperaba su ley, manteniendo siempre su conexión con la Sicilia natal, que la proveía de hombres para sus “ejércitos”, sus diversos servicios, o sus fábricas clandestinas. Entonces, la Ley Seca fue el motivo por el cual Al Capone y sus aliados (o enemigos), aprovecharon para hacer pingües negocios. Derogada esa ley absurda, aprovecharon sus redes para manejar otros negocios de alta rentabilidad, como el juego, la prostitución, y últimamente el narcotráfico. “La economía criminal global será un rasgo fundamental del siglo XXI y su influencia económica, política y cultural penetrará en todas las esferas de la vida. La cuestión no es si nuestras sociedades serán capaces de eliminar las redes criminales, sino, mas bien, si las redes criminales no terminaran controlando una parte sustancial de nuestra economía, nuestras instituciones y nuestra vida cotidiana” (Castells, 1998:138).
Esta nueva era que nos toca vivir, derrotado el socialismo soviético, y con la ilusión del triunfo del capitalismo, “es un capitalismo diferente del que se formó durante la revolución industrial o del que surgió de la depresión de los años treinta y la segunda guerra mundial, en la forma de keynesianismo económico y Estado de bienestar. Es una forma endurecida de capitalismo en cuanto a fines y valores, pero incomparablemente mas flexible que cualquiera de sus predecesores en cuanto a medios. Es el capitalismo informacional, que se basa en la producción inducida por la innovación y la competitividad orientada a la globalización, para generar riqueza y para apropiársela de forma selectiva” (Castells, 1998:117). Hoy día, para analizar la tendencia de consumo de la población, no se hace necesario realizar costosos estudios de mercado: analizando los resúmenes de las tarjetas de crédito se puede segmentar el mercado consumidor, y enviarle a cada uno de ellos los avisos de las ofertas del producto que desea consumir. Incluso las grandes cadenas de supermercados ya tienen sus propias tarjetas, con lo que el cliente al comprar, ya le está informando cuales son sus gustos o preferencias.
Sin embargo, en este mundo globalizado, que parece no tener identidad, o cuya identidad sea precisamente la uniformidad de los gustos, los placeres, las modas, etc., etc., vuelven a resurgir la diferencias. El hombre se niega a ser uniformizado, y por esa razón, vuelven a aparecer los conflictos tribales o étnicos. “Este es el caso de las comunas de la identidad de resistencia que he identificado. El fundamentalismo religioso no rechaza la tecnología, sino que la pone al servicio de la Ley de Dios, a la que deben someterse todas las instituciones y propósitos, sin negociación posible. El nacionalismo, el localismo, el separatismo étnico y las comunas culturales rompen con la sociedad en general y reconstruyen sus instituciones, no de arriba abajo, sino desde dentro hacia afuera, ‘quienes somos’ frente a los que no son nosotros… La fortaleza de los movimientos sociales basados en la identidad es su autonomía frente a las instituciones del Estado, la lógica del capital y la seducción de la tecnología. Es difícil cooptarlos, aunque, sin duda, alguno de sus integrantes pueden ser cooptados. Incluso en la derrota, su resistencia y proyectos repercuten en la sociedad y la cambian. Las sociedades de la Era de la Información no pueden reducirse a la estructura y dinámica de la sociedad red” (Castells, 1998:134).
Y en este movimiento de volver a las raíces, vuelven a tener importancia los sueños utópicos que antaño surgieron. Estos “eran en esencia movimientos culturales, deseosos de cambiar la vida mas que de tomar el poder… (y) fueron derrotados en la política, porque, como la mayoría de los movimientos utópicos de la historia, nunca pretendieron esa victoria… Los movimientos sociales no fueron reacciones a la crisis económica. De hecho, surgieron a finales de los años sesenta, en el apogeo del crecimiento sostenido y el pleno empleo, como una crítica a la ‘sociedad de consumo’” (Castells, 1998:118), y hoy vuelven a surgir: movimientos ecologistas, ambientalistas, culturalistas, que a diferencia de aquellos, sí quieren el poder, por que han comprendido que solo con el poder (que no es lo mismo que gobierno) es posible cambiar el rumbo de las cosas. “A lo largo de la historia las culturas han sido generadas por gentes que compartían espacio y tiempo, en las condiciones determinadas por las relaciones de producción, poder y experiencia, y modificadas por sus proyectos, luchando entre sí para imponer a la sociedad sus valores y objetivos” (Castells, 1998:131).
Hoy han triunfado los otros, y vemos que “el nuevo sistema se caracteriza por una tendencia a aumentar la desigualdad y la polarización sociales” (Castells, 1998:124). Hoy “las diversiones sociales verdaderamente fundamentales de la Eras de la Información son: primero, la fragmentación interna de la mano de obra entre productores informacionales y trabajadores genéricos reemplazables; segundo, la exclusión social de un segmento significativo de la sociedad compuesto por individuos desechados, cuyo valor como trabajadores/consumidores se ha agotado y de cuya importancia como personas se prescinde, y tercero, la separación entre la lógica de mercado de las redes globales de los flujos de capital y la experiencia humana de las vidas de los trabajadores” (Castells, 1998:127).
Hace varios años atrás, el poder tener acceso a la educación, era garantía de poder tener trabajo, y labrarse un buen porvenir. Hoy eso no es suficiente, porque solo “quien posee educación, en el entorno organizativo apropiado, puede reprogramarse hacia las tareas en cambio constante del proceso de producción. Por el contrario, el trabajador genérico es asignado a una tarea determinada, sin capacidad de reprogramación, que no presupone la incorporación de información y conocimiento mas allá de recibir y ejecutar señales” (Castells, 1998:121). Los profesionales, que nos hemos educado en una determinada tarea, estaremos fuera del sistema.
Dice Castells que “una nueva sociedad surge siempre y cuando pueda observarse una transformación estructural en las relaciones de producción, en las relaciones de poder y en las relaciones de experiencia. Estas transformaciones conllevan una modificación igualmente sustancial de las formas sociales del espacio y el tiempo, y la aparición de una nueva cultura” (Castells, 1998:120). “La revolución de la tecnología, la reestructuración de la economía y la crítica de la cultura convergieron hacia una redefinición histórica de las relaciones de producción, poder y experiencia sobre las que se basan las sociedades” (Castells, 1998:119). Y concluye con optimismo, diciendo “veo también señales de recomposición de la familia, ya que millones de hombres parecen estar dispuestos a renunciar a sus privilegios y a trabajar junto a las mujeres para encontrar nuevas formas de amar, compartir la vida y tener hijos. En efecto, creo que la reconstrucción de la familia bajo formas igualitarias es la base necesaria para reconstruir la sociedad de abajo arriba” (Castells, 1998:130). Hace también un llamado a la reflexión de quienes hacen y usan la ciencia, al afirmar que “usada con prudencia, la revolución genética puede curar, combatir la contaminación, mejorar la vida y ahorrar tiempo y esfuerzo para la supervivencia, de forma que nos proporciona la posibilidad de explorar la frontera, en buena medida desconocida, de la espiritualidad” (Castells, 1998:136).
No nos han derrotado aún. Aunque veamos los restos de la batalla perdida, y suframos por ser los soldados derrotados, debemos saber que pertenecemos a un ejército invencible. Debemos recomponer nuestras fuerzas, y saber utilizar las armas que nos han dado. La información es importante, usémosla para unirnos, para buscar el bien, la paz y la justicia. Usemos la ciencia para la construcción, no para destruirnos entre nosotros. Usemos la tecnología para defender y preservar el medio ambiente, no para contaminarlo. Usemos la religión para la unión, y no para la separación. Usemos el arte para que nos eleve, y no para que nos idiotice.
La sociedad no se construye por sí sola. Si no la construimos nosotros, otros lo harán, y entonces, si nuevamente no nos gusta lo que se ha gestado, no tendremos derecho al pataleo, y tampoco tendremos tiempo para intentar algo nuevo.
BIBLIOGRAFÍA
· Castells, Manuel Entender nuestro mundo. En Revista de Occidente Nº 205 - pp. 113 a 145 - Mayo 1998- Madrid.
[1] Trabajo presentado a la Maestría y Especialización en Desarrollo Social - Facultad de Humanidades - UNNE. Mayo de 2000.
Leí la conclusión de su libro hace rato, hojas y hojas... Leo ahorita este resumen y ya pude comprender todo!!
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