GUILLERMO VAN UDEN
En mayo de 1957, procedente de Holanda, arribaba al puerto
de Buenos Aires un joven de 25 años, tras el sueño de conseguir en la Argentina
un pedazo de tierra para trabajar. Atrás quedaba su familia, padres y hermanos;
su Patria, que se estaba recuperando de la catástrofe de la guerra con sus
secuelas de muerte, destrucción, hambre. Atrás quedaba el recuerdo de la
hambruna que azotó al pueblo holandés en 1944, donde una simple papa era un
manjar, de allí quizá el gusto que siempre sintió por esta hortaliza. Atrás
quedaba el desprecio que el pueblo holandés había sufrido, primero por parte
del ejército nazi y luego por parte del ejército aliado, donde los soldados estadounidenses
veían en cada holandés un enemigo que podía matarlos, llegando a despreciar
incluso la comida que se les ofrecía, por temor a ser envenenados.
En el puerto lo esperaba un compatriota, llegado a la Argentina
una década antes y que luego de recorrer distintos lugares había conseguido
afincarse en Los Toldos, donde tenía el tambo en el cual el recién llegado iba
a trabajar. El joven Guillermo Van Uden había nacido el 16 de marzo de 1932 y
luego de trabajar dos años con la familia Doeswijk, se empleó como tambero en
el Monasterio Benedictino Santa María de Los Toldos, donde en 1960 conoció a un
entrerriano que llegaba para trabajar en la misma estancia, con quien compartió
penas y alegrías, con quien forjó una profunda amistad y que sería el hermano
que tuvo en Argentina.
Cuando en el monasterio decidieron instalar un tambo
industrial, le ofrecieron que él lo dirigiera, pero sus sueños de tener un
campo propio no le permitían trabajar para un patrón, así fue que consiguió que
las Hermanas de la Santa Cruz, cercanas al Monasterio Benedictino, le dieran unas
hectáreas de tierra para trabajar, como retribución a los servicios que
realizaba para ellas. Al iniciarse la década de 1970, estas le alquilaron la
tierra para que pudiera trabajar por su propia cuenta.
En 1962 se casó con Nélida Plet, hija de un inmigrante
friulano radicado en los campos de la Estancia La Ciudadela, con quien formó
una familia constituida por siete hijos. Guillermo nunca se iba a quedar con una
duda, siempre iba a preguntar, aunque esto no fuera convencionalmente bien
visto; su hija mayor lo recuerda como un hombre sabio, que siempre tenía
contestaciones cortas y justas, dejando boquiabierto a más de uno, con una gran
comicidad y una particular manera de hablar.
Aunque siempre trabajó en el campo, nunca pudo concretar el
sueño de tener un campo de su propiedad. Pero, aunque ajena, amó la tierra en
la cual vivió y en la cual desarrollo la actividad que más le gustaba, la de
tambero. Trabajo sacrificado que no conoce de feriados, porque hay que estar
presente todos los días, en las madrugadas de lluvias y sequías, de fríos y
calores; trabajo en el cual siempre lo acompañó su familia, que compartió con
él los sacrificios de la tarea que realizaban.
Como un signo del destino, Guillermo murió el 1 de noviembre
de 2012, día en el cual la Iglesia Católica conmemora la fiesta de todos los
santos, fiesta solemne por todos aquellos difuntos que se han santificado
totalmente, han obtenido la visión beatífica y gozan de la vida eterna en la
presencia de Dios.
Gerardo Roberto
Martínez
Presidencia de la Plaza
(Chaco); marzo de 2017
Foto: Gentileza Juana Francisca Schuler.
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