martes, 14 de marzo de 2017

AQUEL PEÓN ENTRERRIANO



AQUEL PEÓN ENTRERRIANO
En marzo de 1960 había cumplido 31 años; segundo entre siete hermanos, era el mayor de los cuatros varones. Se daba cuenta que el campo de aproximadamente sesenta hectáreas que pertenecía a su padre no era suficiente para mantener una familia con dignidad, por lo que cuando por la parroquia del pueblo llegó un monje buscando vocaciones sacerdotales para el monasterio fundado algunos años antes y obreros para el trabajo en el campo que les pertenecía, no dudo en ir a conocer el lugar. La zona le gustó, el trabajo que debía realizar también, así que con la novia que lo esperaba en su pueblo natal, comenzaron a soñar un destino juntos alejados de la provincia que los vio nacer.
Unos meses más tarde moría su padre y catorce meses después de haber llegado a su nuevo destino, llegaba con su esposa para acompañarlo. Al cabo de algunos años, por su dedicación y responsabilidad, fue designado capataz general del establecimiento, al que siempre consideró y atendió como si fuera suyo.
Cuando un compañero de trabajo se retiraba, organizaba el asado de despedida. Cuando moría quien había sido un compañero de trabajo, proponía dar asueto al personal para que pudieran acompañarlo en su último viaje.
El tiempo pasó, llegó la jubilación y siguió trabajando, porque le gustaba lo que hacía, pero además porque se dio cuenta que el sueldo que le habían pagado no era el que figuraba en sus aportes previsionales, por lo que, al jubilarse, cobraba una jubilación mínima que no le permitía vivir dignamente.
Un viernes a la tarde lo llamaron de la administración para comunicarle lo que nunca pensó que sucedería: la casa donde vivía iba a ser destinada a otra persona, por lo que el lunes a la mañana debía estar desocupada. Como gesto de buena voluntad de la patronal, le ofrecían dejar todos sus bienes en un galpón de la estancia.
A pesar de ello siguió trabajando, viajando todos los días desde su casa en la ciudad hasta el campo. Cuatro meses después llegó un nuevo anuncio de la patronal: podía ir al campo, pero no tenía permitido inmiscuirse en ninguna de las tareas que se realizaban; esta medida no la soportó y comunicó que no iba a ir más a la estancia.
Él, que siempre había organizado la despedida de sus compañeros de trabajo, se fue sin despedida. Como en aquel poema de José Larralde, “nadie salió a despedirlo cuando se fue de la estancia”.
Cuando murió, quien fue a rezar el responso final ni siquiera se acordaba de su nombre. Buscando entre los papeles, lo nombraba por un nombre que, aunque propio, él nunca había utilizado. El ministro del Señor que cuenta las estrellas y a todas llama por su nombre, no recordaba el nombre de la persona a la que siempre se refería como “un buen servidor del monasterio”.
No hubo asueto en la estancia cuando él murió, sus antiguos compañeros de trabajo pudieron acompañarlo fuera del horario laboral; aquel que quiso acompañarlo hasta su morada final, tuvo que pedir permiso para faltar al trabajo. Para la patronal, había muerto un desconocido.
Gerardo Roberto Martínez
Presidencia de la Plaza (Chaco); marzo de 2017

1 comentario:

  1. LAS PERSONAS QUE ANDAN VAGANDO POR EL MUNDO , SALIENDO DE SU NATALIDAD .. Y LUEGO PARA EMPRENDER UN FUTURO . EL PASO DE LOS AÑOS PESAN CUANDO HAN CUMPLIDO SU MISION .. NADA QUEDA EN LA FAZ DE LA TIERRA QUE NO SEAN LOS RECUERDOS ... LAS SEMILLAS SIEMPRE Y CUANDO NO SEAN MALTRATADAS POR "TOXICOS" HUMANOS SERAN NUNCA OLVIDADAS CON EL PASO DEL TIEMPO. ASI NACEMOS .. Y ASI NOS IREMOS... CON EL ULTIMO SUSPIRO .. SABIENDO QUE TODO LO QUE PUDIMOS LOGRAR EN ESTA VIDA .. JAMAS FUE PARA MAL ....

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