lunes, 14 de abril de 2014

ATENTADO TERRORISTA CONTRA LA DEMOCRACIA



ATENTADO TERRORISTA CONTRA LA DEMOCRACIA
Era el 15 de abril de 1953. Hacía pocos meses que Perón había asumido su segundo periodo presidencial luego de ganar las elecciones con el 63% de los votos. Faltaban pocos días para que se cumplieran nueve meses de la muerte de Evita. Hacía seis días había muerto Juan Duarte. Los ganaderos destinaban una porción cada vez mayor de ganado vacuno para la exportación, provocando la constante suba de precios y el desabastecimiento local de carne. Para contrarrestar la ofensiva opositora, que encontraba en la carestía y el desabastecimiento un interesante caldo de cultivo, la CGT convocó a una movilización. La Plaza de Mayo volvió a llenarse y estaba todo listo para otro “día peronista”. Perón dedicó su discurso a vincular la complicada situación económica con el accionar de la oposición: He repetido hasta el cansancio que en esta etapa de la economía argentina es indispensable que establezcamos un control de los precios, no sólo por el gobierno y los inspectores, sino por cada uno de los que compran, que es el mejor inspector que defiende su bolsillo. Y para los comerciantes que quieren precios libres, he explicado hasta el cansancio que tal libertad de precios por el momento no puede establecerse.
No había concluido esa oración cuando una explosión hizo volar las palomas de la Plaza. No era un petardo, sino una bomba de alto poder. Perón intentó proseguir: Compañeros, éstos, los mismos que hacen circular los rumores todos los días, parece que hoy se han sentido más rumorosos, queriéndonos colocar una bomba.
Otro explosivo estalló en ese momento. Los grupos enemigos al gobierno democrático de Perón, en medio de una manifestación de apoyo al gobierno, hicieron estallar bombas contra los civiles allí reunidos. Como resultado murieron entre 5 y 7 personas y un centenar quedaron heridas, entre ellos 19 mutilados.

LAS CONSECUENCIAS

Perón no concluyó su discurso como solía hacerlo, con pedidos de tranquilidad y la tradicional invitación de ir de casa al trabajo y del trabajo a casa; algunos grupos se dirigieron a distintos lugares de la ciudad para echar abajo sedes partidarias y locales sociales. Años más tarde, Perón haría una autocrítica de estos gravísimos e injustificables hechos: Mi gobierno no mandó a realizar estas acciones imprudentes, pero es indudable que se realizaron a favor del gobierno y como respuesta a la acción canallesca de la oligarquía. Pero yo no quise que eso pasara, por la sencilla razón de que con eso contribuíamos a echar más leña al fuego. Después de todo había un dato que era indiscutible, los funcionarios públicos dejaban bastante que desear, la corrupción fue una realidad que nosotros debimos atacar antes que nada, para después sí llenarnos la boca contra nuestros detractores. Pero con que una sola de sus críticas fuese verdadera, nosotros no teníamos argumentación moral para discutir.

LOS RESPONSABLES

El grupo terrorista estuvo conformado por Roque Carranza, Carlos Alberto González Dogliotti, Mariano Grondona y los hermanos Alberto y Ernesto Lanusse, apoyados por el capitán Eduardo Thölke, que les proporcionó los explosivos y los estimulaba a continuar creándole dificultades a Perón. Los hermanos Lanusse eran miembros de una familia vinculada a la oligarquía ganadera, a la que también pertenecía Alejandro Agustín, quien estaba encarcelado por participar del intento destituyente de Menéndez y luego continuaría su carrera golpista atentando contra futuros gobiernos democráticos. Estos, junto con Carranza, eran los coordinadores del grupo.
González Dogliotti reconoció haber puesto las bombas, Carranza reconoció haber conocido el lugar donde las mismas se armaban, en tanto que los testimonios de sus conocidos sostienen que “la actividad de Carranza durante los nueve años de gobierno peronista fue un incesante trajinar por los laboratorios caseros, donde se fabricaban explosivos”. Ambos fueron detenidos y condenados como autores materiales del atentado; en 1955 fueron amnistiados por la Revolución Libertadora.
Roque Carranza fue un destacado dirigente radical, ministro de Obras y Servicios Públicos durante la presidencia de Arturo Illia y de Defensa en la administración de Raúl Alfonsín.

EL PRESENTE

Muy pocos recuerdan los nombres de Santa Festigiata de D’Amico, Mario Pérez, León David Roumeaux, Osvaldo Mouché y Salvador Manes, algunas de las víctimas mortales del atentado. Muy pocos recuerdan los nombres de los más de cien heridos y mutilados.
Sin embargo el nombre de uno de sus asesinos es indignamente homenajeado: en 1987 ―un año después de la muerte de Carranza― se nombró en su honor una estación de la Línea D de la red de subterráneos de Buenos aires. Calles y puentes llevan el nombre de este terrorista.
Otro de los responsables de aquel atentado terrorista, el “periodista” Mariano Grondona, golpista en 1955, golpista en 1966, golpista en 1976, continúa su prédica antidemocrática, destituyente y antipopular.
Para continuar consolidando la democracia, imperfecta pero perfectible, es menester tener viva la memoria. Que no nos engañen los lobos vestidos con la piel del cordero, que no nos engrupan haciéndonos creer que defienden nuestros intereses cuando se sientan a la misma mesa de quienes siempre han defendido los intereses de las minorías del privilegio.
Por la memoria de Santa (asesinada a los 84 años), Mario, León, Osvaldo y Salvador; por la memoria de quienes viven en el pueblo.

Gerardo Roberto Martínez
Presidencia de la Plaza (Chaco); abril de 2014

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