ATENTADO TERRORISTA CONTRA LA DEMOCRACIA
Era el 15 de abril de
1953. Hacía pocos meses que Perón había asumido su segundo periodo presidencial
luego de ganar las elecciones con el 63% de los votos. Faltaban pocos días para
que se cumplieran nueve meses de la muerte de Evita. Hacía seis días había
muerto Juan Duarte. Los
ganaderos destinaban una porción cada vez mayor de ganado vacuno para la
exportación, provocando la constante suba de precios y el desabastecimiento
local de carne. Para contrarrestar la ofensiva opositora, que encontraba
en la carestía y el desabastecimiento un interesante caldo de cultivo, la CGT
convocó a una movilización. La Plaza de Mayo volvió a llenarse y estaba todo
listo para otro “día peronista”. Perón dedicó su discurso a vincular la
complicada situación económica con el accionar de la oposición: He repetido
hasta el cansancio que en esta etapa de la economía argentina es indispensable
que establezcamos un control de los precios, no sólo por el gobierno y los
inspectores, sino por cada uno de los que compran, que es el mejor inspector
que defiende su bolsillo. Y para los comerciantes que quieren precios libres,
he explicado hasta el cansancio que tal libertad de precios por el momento no
puede establecerse.
No había concluido
esa oración cuando una explosión hizo volar las palomas de la Plaza. No era un
petardo, sino una bomba de alto poder. Perón intentó proseguir: Compañeros,
éstos, los mismos que hacen circular los rumores todos los días, parece que hoy
se han sentido más rumorosos, queriéndonos colocar una bomba.
Otro
explosivo estalló en ese momento. Los
grupos enemigos al gobierno democrático de Perón, en medio de una manifestación
de apoyo al gobierno, hicieron estallar bombas contra los civiles allí
reunidos. Como resultado murieron entre 5 y 7 personas y un
centenar quedaron heridas, entre ellos 19 mutilados.
LAS CONSECUENCIAS
Perón no concluyó
su discurso como solía hacerlo, con pedidos de tranquilidad y la tradicional
invitación de ir de casa al trabajo y del trabajo a casa; algunos grupos se
dirigieron a distintos lugares de la ciudad para echar abajo sedes partidarias
y locales sociales. Años más tarde, Perón haría una autocrítica de estos
gravísimos e injustificables hechos: Mi gobierno no mandó a realizar estas
acciones imprudentes, pero es indudable que se realizaron a favor del gobierno
y como respuesta a la acción canallesca de la oligarquía. Pero yo no quise que
eso pasara, por la sencilla razón de que con eso contribuíamos a echar más leña
al fuego. Después de todo había un dato que era indiscutible, los funcionarios
públicos dejaban bastante que desear, la corrupción fue una realidad que
nosotros debimos atacar antes que nada, para después sí llenarnos la boca
contra nuestros detractores. Pero con que una sola de sus críticas fuese
verdadera, nosotros no teníamos argumentación moral para discutir.
LOS RESPONSABLES
El grupo
terrorista estuvo conformado por Roque Carranza, Carlos Alberto González
Dogliotti, Mariano Grondona y los hermanos Alberto y Ernesto Lanusse, apoyados
por el capitán Eduardo Thölke, que les proporcionó los explosivos y los estimulaba a continuar creándole
dificultades a Perón. Los hermanos Lanusse eran miembros de una familia
vinculada a la oligarquía ganadera, a la que también pertenecía Alejandro
Agustín, quien estaba encarcelado por participar del intento destituyente de Menéndez
y luego continuaría su carrera golpista atentando contra futuros gobiernos democráticos.
Estos, junto con Carranza, eran los
coordinadores del grupo.
González
Dogliotti reconoció haber puesto las bombas, Carranza reconoció haber conocido
el lugar donde las mismas se armaban, en tanto que los testimonios de sus
conocidos sostienen que “la actividad de Carranza durante los nueve años de
gobierno peronista fue un incesante trajinar por los laboratorios caseros,
donde se fabricaban explosivos”. Ambos fueron detenidos y condenados como
autores materiales del atentado; en 1955 fueron amnistiados por la Revolución
Libertadora.
Roque
Carranza fue un destacado dirigente radical, ministro de Obras y Servicios
Públicos durante la presidencia de Arturo Illia y de Defensa en la
administración de Raúl Alfonsín.
EL PRESENTE
Muy pocos recuerdan los nombres de Santa Festigiata de D’Amico, Mario Pérez, León David Roumeaux,
Osvaldo Mouché y Salvador Manes, algunas de las víctimas mortales del atentado.
Muy pocos recuerdan los nombres de los
más de cien heridos y mutilados.
Sin embargo
el nombre de uno de sus asesinos es indignamente homenajeado: en 1987 ―un año
después de la muerte de Carranza― se nombró en su honor una estación de la Línea D de la red de subterráneos de Buenos aires. Calles
y puentes llevan el nombre de este terrorista.
Otro de los
responsables de aquel atentado terrorista, el “periodista” Mariano Grondona,
golpista en 1955, golpista en 1966, golpista en 1976, continúa su prédica
antidemocrática, destituyente y antipopular.
Para
continuar consolidando la democracia, imperfecta pero perfectible, es menester
tener viva la memoria. Que no nos engañen los lobos vestidos con la piel del
cordero, que no nos engrupan haciéndonos creer que defienden nuestros intereses
cuando se sientan a la misma mesa de quienes siempre han defendido los
intereses de las minorías del privilegio.
Por la
memoria de Santa (asesinada a los 84 años), Mario, León, Osvaldo y
Salvador; por la memoria de quienes viven en el pueblo.
Gerardo Roberto Martínez
Presidencia de la Plaza (Chaco); abril de 2014