lunes, 25 de abril de 2011

La plata no hace la felicidad, aunque ayude a pagar las cuentas

La plata no hace la felicidad, aunque ayude a pagar las cuentas

INTRODUCCIÓN

En este trabajo no pretendo tirar tierra sobre la labor de los técnicos, ni hacer un ejercicio de automasoquismo, resaltando todo lo malo que hacemos. Evidentemente la ciencia y la tecnología - que no son neutras -, tienen mucho que aportar en la búsqueda y en la construcción de una sociedad mas justa, donde se rescate la dignidad de ser un campesino, de ser un productor, de trabajar dignamente la tierra propia.
Sin embargo, pretendo llamar la atención sobre algunos aspectos que en muchas ocasiones, en el fragor de nuestras actividades cotidianas, no tenemos en cuenta. Soy técnico y me siento orgulloso de serlo, pero me preocupa que en muchas ocasiones, y tal vez con la mejor buena voluntad, estemos haciendo lo que la gente no quiere hacer o demostrando lo que para nosotros es un éxito, pero no para los productores con los que trabajamos. Siempre vamos a encontrar indicadores que justifiquen nuestro trabajo, pero no debemos caer por ello en lo que Merton, refiriéndose a la ciencia, menciona como las practicas “apenas” inaceptables, donde la excesiva preocupación por el éxito nos lleve a los tipos de fraude que Babbage llama pintorescamente “de recorte” y “de cocina”. El recortado poda algunos datos, agregándolos en otros, logrando de esta forma llegar a un ajuste equilibrado. El cocinero hace multitud de observaciones y luego se queda con las que coinciden con lo que está buscando. Esta ansiedad por demostrar resultados exitosos, puede llevar a sustentar la verdad con datos cocinados. Tampoco debemos caer en informar solamente de los resultados que han sido exitosos, olvidando de informar sobre los que han fracasado (Merton, 1957:406). Estos últimos también tienen importancia, para evitar que los colegas que nos siguen, vuelvan a caer en el mismo pozo.
Voy a relatarles una historia que nos muestra como con nuestro accionar técnico podemos estar creyendo que mejoramos la vida de un productor, desde nuestra concepción, que como técnicos de la producción, es productivista; olvidándonos que esta es una visión parcializada, ya que debemos entender y hacer referencia siempre a la familia, con un claro sentido integral del “hombre total” (Miceli, 1995:9).

UNA HISTORIA VERÍDICA[1]

Don Demetrio Bascho[2] es un productor tambero. Tiene 50 hectáreas de campo a poco mas de una legua del pueblo, sobre camino de tierra, que se ponen intransitables cuando llueve.
En su chacra, Don Demetrio se dedica al tambo. Tenía  35 animales, entre vacas secas, vacas en ordeñe, toros, vaquillas y novillos. Todos los días a las seis de la mañana se levantaba con su familia. Mientras tomaba mate con su esposa, esta les daba el desayuno a los chicos y a las siete, cuando estos salían para la escuela, ellos se iban “a hacer el tambo”. Las 10 vacas que ordeñaban a mano le llevaban hora y media de trabajo, aproximadamente, con una producción de 30 litros. Terminado el trabajo, desayunaba, y a las 9 mas o menos, cargaba los tarros con la leche de su producción diaria y salía para el pueblo, a hacer la entrega a sus clientes.
- Me tenía ganada la confianza de la clientela y yo también confiaba en ellos. A veces me encargaban huevos, alguna verdura, quesos o lechones para las fiestas. No les cobraba caro - prosigue Demetrio - cincuenta centavos el litro, ya que eran clientes viejos. Cuando aparecía alguno nuevo o de esos que compran a veces, les cobraba 70 centavos, incluso un peso, pero era muy raro. No me gusta asaltar a la gente. Lo que si, a todos les cobraba de contado, así que volvía a casa con 15$ en el bolsillo, mas o menos. A veces algo más, cuando vendía algún otro producto. La que se encarga de manejar el dinero es mi señora.
Para las once de la mañana ya se había desocupado y le quedaba un tiempo libre para ir a tomar algo al bar, donde se juntaba con otros lecheros que también habían terminado el reparto y hacían tiempo hasta la hora del almuerzo, compartiendo una copa y un truco. Este espacio de recreación era aprovechado para hablar de cuestiones que hacían a la vida de la comunidad: arreglo de caminos, reparación del centro comunitario, beneficios para la escuela, etc.
A la tarde, después de la siesta y los mates, se arreglaba algún alambre, se recorría el campo para ver los animales y por último se encerraban los terneros.
Un día - un mal día, dice Demetrio - llego a su casa un vecino a invitarlo a una reunión que se iba a hacer en la escuela. En la municipalidad le habían avisado que iba a venir “un ingeniero de Paraná”, con propuestas interesantes para ellos. El día previsto estaban todos los vecinos interesados. - Los quince que siempre estamos en todo. En la cooperadora de la escuela, en la comisión de la capilla, en el consorcio caminero y en el club de la colonia - comenta Demetrio.
La persona que los visitaba les comentó que había un programa del gobierno que estaba destinado a mejorar la situación de los productores chicos, con capacitación, crédito y asistencia técnica. Que para acceder a esos beneficios tenían que formar un grupo y elaborar un proyecto productivo.
- Parecía fácil la cosa. Yo me entusiasme, y otros también. El ingeniero nos dijo que lo conversáramos y que si estábamos interesados, lo llamáramos para empezar a trabajar.
- Yo lo converse con mi señora y a ella le pareció bien, así que decidimos entrar. El grupo se formó con 11 integrantes, ya que algunos le tenían miedo al crédito.
Con la asistencia técnica de un profesional idóneo realizaron análisis de brucelosis y tuberculosis, eliminándose tres vacas brucelosas. Se hizo boqueo y a las que no tenían ya dientes se las descartó. Se comenzó a criar en forma artificial las hembras, vendiéndose los terneros machos a los pocos días de nacer.
Con el crédito que sacó, Demetrio sembró pasturas, manejando las mismas en forma rotativa con el boyero eléctrico que también compró con el crédito.
Después de cinco años de trabajo grupal, logró mejorar su producción de leche. Hoy ordeña 15 vacas, con una producción diaria de 150 litros.
- La verdad que mejoré, si lo vemos en cuanto al rendimiento de leche. Pero todo no puedo vender en el pueblo, así que tengo que entregar a la empresa, que paga 8 centavos el litro, recién a los tres meses.
Hoy Demetrio y su esposa se levantan a las cuatro, ya que el camión lechero llega a la siete de la mañana y para esa hora ya tienen que tener todo terminado. Después de entregar la leche hay que darle de comer a los guachos, luego ir a hacer el reparto al pueblo y volver para preparar las parcelas para el pastoreo de la tarde. Por la tarde, a las tareas ya realizadas, hay que sumarle el distribuir la ración y hacer el segundo ordeño. Esta leche se guarda enfriada y se entrega al día siguiente como leche industrial, que se paga el 50% del valor de la leche fresca, que es la que se entrega por la mañana.
- Estoy agradecido con lo que aprendí, pero a veces siento que trabajo mucho mas y no se justifica con lo que aumentaron los ingresos.

LOS RESULTADOS OBTENIDOS

El siguiente cuadro muestra los datos productivos que reflejan la situación del productor, antes y después de recibir la asistencia de un técnico agropecuario.

Antes
Ahora
Diferencia (%)
Vacas
10
15
50,00
Producción (l)
30
150
400,00
Promedio producción (l/vaca)
3
10
233,33
Px venta ($/l)



Venta local
0,50
0,50

Leche industrial

0,04

Leche fresca

0,08

Promedio
0,50
0,14
-71,20
Ingreso diario ($ /día)



Venta local
15,00
15,00

Leche industrial

3,00

Leche fresca

3,60

Ingreso diario total
15,00
21,60
44,00
Como podemos apreciar, en todos los indicadores se han logrado importantes incrementos, con excepción del promedio ponderado del precio por litro de leche. Desde la visión del técnico que acompañó a este productor y del programa que lo asistió, fue un éxito notable.

LAS OPINIONES DEL PRODUCTOR

Veamos las reflexiones que he podido compartir con este productor y que nos marcan la idea que este tiene acerca de lo que le ha significado recibir asistencia técnica.

EL AUMENTO DE LOS RENDIMIENTOS

La verdad que mejoré, si lo vemos en cuanto al rendimiento de leche”, decía don Demetrio. Y este es un punto al que le damos muchísima importancia. Si logramos aumentar los rendimientos, nos sentimos plenamente satisfechos, aunque eso signifique luego que el productor tenga que bajar los precios de venta para poder colocar la producción, como ha sido en este caso. Aumentar un 400% la producción diaria de leche solo le significó un aumento en los ingresos del 44%; y esto recién lo cobrará a los 90 días. ¿No será que en nuestro trabajo, creyendo mejorar la situación del productor, solo mejoramos la situación de las empresas? Los campesinos, en tanto proveedores de insumos agroindustriales, cumplen la función de abaratarlo, posibilitando la valorización del capital agroindustrial y comercial en condiciones de marginalidad en escala internacional e ineficacia en la industria nacional (Agriculturas…, 173).
“Al parecer, (…) el ‘desarrollo’ es reputado como el aumento de la productividad, lo que llevaría consigo, superado el ‘temor al riesgo’, un aumento de los ingresos” (Martínez, 1989:76). No quise calcular con don Demetrio el Margen Bruto, pero conversando con el responsable de un tambo de la provincia de Buenos Aires (200 animales en ordeñe), me comentaba que tenían un rendimiento promedio por vaca de 35 litros diarios. Al consultarlo sobre el costo en leche de la ración disponible para el animal, me respondió que era de 20 litros de leche. Me pregunto si realmente se justifica tanta inversión, tanto esfuerzo, tanto riesgo, para lograr aumentar una producción que solo va a cubrir los costos de lo invertido.
“Evidentemente, existe una confusión conceptual en relación a ‘aumento de la producción’. Los ecólogos, mediante cálculos de flujo de energía, han demostrado que ‘la agricultura moderna es extremadamente ineficiente’” (Campbell, 1985, en Martínez, 1989:76). “Las tecnologías presuntamente modernas suelen, a su vez, resultar engañosas. Un ejemplo conspicuo es el sistema agrario norteamericano, reconocido por su enorme eficiencia. Altamente mecanizado y con subsidios para el petróleo, es, sin embargo, un sistema notablemente ineficiente si se lo mide en términos de la cantidad de energía consumida para producir una cantidad determinada de kilo/calorías. No obstante, si se mide en términos monetarios, genera supuestamente beneficios enormes y, de ese modo, contribuye al crecimiento del PGB. Estos ejemplos son igualmente validos para los países del Tercer Mundo tan influidos por el ‘hechizo’ de las tecnologías de punta. En México, según Xochicalli, se estima que se gastan alrededor de 19.000 k/cal. para colocar 2.200 k/cal. de alimentos en la mesa. Más aún, la cantidad de energía gastada sólo en el transporte de productos alimenticios, es en México casi igual al total de energía requerida por el sector primario para la producción de alimentos. Que tales situaciones se consideren positivas, constituye sin duda una aberración conceptual” (Max-Neef et al, 1986:57 y 58).

LOS RESULTADOS ECONÓMICOS

Decía Don Bascho que el mayor trabajo que ahora tenía, “no se justifica con lo que aumentaron los ingresos”. Nuestra cultura, centrada en el economicismo, basa todos sus resultados en datos económicos, creyendo que el aumento de la calidad de vida se dará exclusivamente mejorando indicadores económicos. “Amartya Sen realiza sugerentes anotaciones sobre los errores que implica el economicismo. Señala que ‘la exclusión de todas las motivaciones y valoraciones diferentes de las extremadamente estrechas del interés personal es difícil de justificar en términos de valor predictivo, y parece tener también un soporte empírico dudoso’. Los seres humanos tienen otro tipo de comportamiento - indica - éticamente influidos como entre ellos: sienten simpatía por otros, se comprometen con causas, se comprometen con ciertas reglas de conducta, tienen lealtades, tienen interdependencias. ‘Los fríos números racionales llenan nuestros libros de texto pero el mundo es más rico’. Los seres humanos hacen errores, experimentan, están confusos, hay Hamlets, Mcbeths, Lears, Otellos.”
“Sen se pregunta: ‘Es extraordinario que la economía haya evolucionado por una vía que caracteriza la motivación humana de un modo tan estrecho. Es extraordinario porque se supone que la economía está preocupada por la gente real. Es difícil creer que esa gente esté completamente no afectada por el tipo de examinación que plantea la pregunta socrática ‘como debería uno vivir’. ¿Puede la gente que la economía estudia realmente no estar afectada por esta resonante cuestión, y puede seguir exclusivamente el rudimentario razonamiento duro que les atribuye la economía moderna?” (Kliksberg, 1999:20).

LA ORGANIZACIÓN

En la historia que estamos viendo, uno de los aspectos que se marca como un logro es el de haber constituido un grupo asociativo. En la práctica, este se formó solo para obtener el crédito y realizar las primeras compras grupales, ya que luego cada uno siguió trabajando individualmente.
La organización de los productores es un tema que instituciones públicas y privadas, así como diversos programas plantean como conditio sine qua non para la realización de acciones con los pequeños productores. Es cierto que si el productor carece de conocimientos suficientes para identificar sus problemas, difícilmente podrá vislumbrar horizontes de progreso. Esa misma sensación de incertidumbre es la que lo lleva a contemplar con desconfianza la posibilidad de asociarse a otros productores para producir juntos (Patroni, 1999:6).
Sin desconocer la importancia que tiene el asociativismo como herramienta tecnológica, se debe tener mucho cuidado al decir que los campesinos están desorganizados, son individualistas o poco solidarios. En la historia relatada vemos que el componente asociativo ya estaba presente en la comunidad desde mucho antes que llegara el técnico, ya que como lo señalaba don Demetrio, el grupo se formó con “los  que siempre estamos en todo. En la cooperadora de la escuela, en la comisión de la capilla, en el consorcio caminero y en el club de la colonia”. Aquellos que no ingresaron, no lo hicieron por temor al grupo, sino porque “le tenían miedo al crédito”. Esto nos indica que existen formas organizativas que no conocemos y que debemos respetar y rescatar. En muchas (o en todas) oportunidades, desconocemos esas formas organizativas y queremos imponer las nuestras, que son las formas jurídicas formales que nos han enseñado los libros de texto y que nosotros nunca hemos llevado a la práctica. Ahora bien, ¿por qué queremos imponerles a los demás lo que nosotros no practicamos? No desconozco, y estoy convencido, que solo asociándose se podrán lograr soluciones que individualmente serán muy difíciles de alcanzar, pero para ello se debe predicar con el ejemplo: Si le decimos a los productores que deben realizar sus compras en conjunto, también nosotros debemos realizar nuestras compras en conjunto. Si les decimos a los productores que deben compartir sus herramientas de trabajo, también nosotros debemos compartir nuestras herramientas de trabajo. Y esto no se logra de la noche a la mañana, es un proceso muy largo y con el cual debemos comprometernos, comprometiendo en ello nuestros esfuerzos.

LA CALIDAD DE VIDA

“Estoy agradecido con lo que aprendí, pero a veces siento que trabajo mucho mas y no se justifica con lo que aumentaron los ingresos” era lo que manifestaba don Demetrio. Y caemos nuevamente en los valores que no tenemos en cuenta. Como en el cuento de Luis Landriscina, recargamos de tareas al hombre de campo para que en el futuro pueda descansar. Antes Demetrio, luego de realizar el reparto de leche en el pueblo, pasaba un rato con sus amigos; hoy, fruto de las actividades que tiene que realizar en su chacra, luego del reparto vuelve a la casa, perdiendo de esa manera no solamente un instante de recreación, sino también un espacio de intercambio social. En el bar se enteraba de las noticias del pueblo, de la situación de los vecinos, incluso de la posibilidad de realizar algún negocio. Antes, los domingos o feriados, iba a la cancha de fútbol o a visitar algún pariente o amigo; hoy, como tiene que atender el tambo, ya no puede “darse esos lujos”.
En Julio de 2001 fui a visitar a un amigo en la provincia de Formosa. Este, que había sido integrante de un grupo al que asesoré durante un tiempo, estaba volcado desde hacía varios años a producir en forma ecológica, tratando de reducir las labranzas, no usando agroquímicos, produciendo para el autoabastecimiento familiar y vendiendo excedentes en el pueblo. Al ver que había introducido ovejas y cerdos en su sistema productivo, que mejoró su vivienda y que sus hijos estaban rozagantes, le comente lo mucho que me alegraba esa situación. “La verdad que he mejorado mucho - me respondió -, ahora todos los fines de semana tomo vino tres cuartos”.
En otra oportunidad, luego de una charla sobre producción de pomelos donde se habló sobre variedades, manejos, costos; el colega que estaba a cargo de la misma dijo: “Como pueden ver, con tres hectáreas que cultiven de pomelo, se llenan de plata”. Uno de los productores presentes le respondió: “Mire ingeniero, yo no quiero llenarme de plata, solo quiero vivir tranquilo”.
Tengamos presente, antes de cuestionar a los productores porque no aceptan nuestras “recetas”, que es lo que ellos realmente quieren. Tengamos en cuenta la historia, la cultura, la experiencia y, fundamentalmente, el saber del campesino. Su racionalidad, basada en la experiencia, es lo que les ha permitido incorporar a su conocimiento los elementos necesarios para producir y reproducir su unidad familiar. La resistencia al cambio es algo innato a nuestra naturaleza: “Si resulta necesaria una revisión  de nuestro sistema de enunciados preferimos, ceteris paribus, la revisión que menos perturbe el sistema.” (Quine, en Samaja, 1998).
Recordemos que “el desarrollo se refiere a las personas y no a los objetos. Este es el postulado básico del Desarrollo a Escala Humana. Aceptar este postulado -ya sea por opciones éticas, racionales o intuitivas- nos conduce a formularnos la siguiente pregunta fundamental: ‘¿Cómo puede establecerse que un determinado proceso de desarrollo es mejor que otro?’. Dentro del paradigma tradicional, se tienen indicadores tales como el Producto Geográfico Bruto, el cual es, de alguna manera y caricaturizado un poco, un indicador del crecimiento cuantitativo de los objetos. Necesitamos ahora un indicador del crecimiento cualitativo de las personas. ¿Cuál podría ser?
Contestamos a la pregunta en los siguientes términos: ‘El mejor proceso de desarrollo será aquel que permita elevar más la calidad de vida de las personas’. La pregunta siguiente se desprende de inmediato: ‘¿Qué determina la calidad de vida de las personas?’.”
“La calidad de vida dependerá de las posibilidades que tengan las personas de satisfacer adecuadamente sus necesidades humanas fundamentales’. Surge la tercera pregunta: ‘¿Cuáles son esas necesidades fundamentales? y/o ¿quién decide cuáles son?’” (Max-Neef et al, 1986:25). Busquemos con ellos la respuesta a esta pregunta, recordando que cada uno debe ser artífice de su propio destino y que “integrar la realización armónica de necesidades humanas en el proceso de desarrollo significa la oportunidad de que las personas puedan vivir ese desarrollo desde sus comienzos, dando origen así a un desarrollo sano, autodependiente y participativo, capaz de crear los fundamentos para un orden en el que se pueda conciliar el crecimiento económico, la solidaridad social y el crecimiento de las personas y de toda la persona” (Max-Neef et al, 1986:51).

LOS VALORES CULTURALES

En muchas ocasiones, al realizar nuestro trabajo, no tenemos en cuenta los factores culturales. Nos resulta incomprensible que el productor no sepa cuantos animales tiene en su majada, sin saber que para algunas culturas el contar chivos trae mala suerte. Recomendamos no hacer los corrales redondos, sin saber que la costumbre dice que hacer el corral cuadrado no deja que se vayan los problemas. Queremos que se siembre cuando “agronómicamente” se dan las condiciones adecuadas, y no aceptan nuestras recomendaciones “porque no es la luna”. Insistimos en que se produzca para  el autoconsumo, sin darnos cuenta el estatus que tiene sembrar algodón. Pretendemos que se introduzcan chivos en el sistema productivo, sin saber que culturalmente este animal está asociado a la pobreza, en tanto que las vacas son sinónimo de prestigio o riqueza.
Vale al respecto una anécdota, contada por un productor, quien canjeó 5 vacas por una majada de 20 chivos. Al comentarle el negocio realizado a su padre, este le dijo: “Ya sos grande y sabés lo que hacés; yo no estoy de acuerdo con lo que hicistes, pero si vos querés vivir pobre, sos dueño de hacerlo”.
Estas costumbres, en sí, no son ni buenas ni malas, como tampoco la ciencia, en sí misma, no es ni buena ni mala, dependiendo del uso que se haga de ellas (Frazer, en Malinowski, 1999:11). Los valores de las distintas culturas deben ser entendidas y comprendidas en su totalidad, para poder ir haciendo los aportes que permitan mejorar los aspectos productivos, económicos, financieros. Como técnicos, hemos estado muy preocupados por la parte productiva, olvidando muchas veces que el campesino tiene otras preocupaciones y necesidades, tales como educación, salud, recreación.
Debemos tener en cuenta la concepción que cada cultura tiene acerca de lo que significa “mejorar las condiciones de vida” sin olvidarnos de otros valores, o  de destruir lo que existe en esa cultura. Los valores de las familias con las que trabajamos no son tenidos en cuenta, porque desconocemos sus intereses o porque desconocemos la concepción que tienen del concepto calidad de vida. Malinowski (1999:344) nos relata el valor que tienen las joyas indígenas, formadas por collares confeccionados con discos de caracolas. A los ojos de los indígenas, sin embargo, estos reciben toda su significación gracias a las fuerzas de la tradición y de la costumbre, que llenan de valor estos objetos y los envuelven en un halo de leyenda. Para ellos, esos collares tienen mas valor que las pepitas de oro o las perlas, que les entregan a sus hijos para que jueguen.
Tratemos de entender y respetar las diferentes costumbres, antes de emitir un juicio acerca del cual, seguramente, nos equivocaremos.

LA VIDA DE LOS PROYECTOS

El grupo de Don Demetrio Bascho recibió asistencia técnica durante cuatro años, luego, por falta de financiamiento, el técnico dejó de asistirlos. Durante el tiempo que recibieron asistencia técnica, el profesional los visitaba una vez por mes en cada chacra y tenían una reunión grupal.
La verdad que mejoré”, estoy agradecido con lo que aprendí”, “con el técnico nos hicimos muy amigos” son frases que Demetrio repetía varias veces. Sin embargo, reconoce que muchas de las cosas que hicieron fueron para no quedar mal con el asesor técnico. “Él tenía un programa y quería cumplirlo, y como era tan bueno, nosotros le hacíamos caso”. Reconoce también que muchas de las cosas que hicieron, luego las dejaron.
La vida de los proyectos es distinta a la vida del hombre y esto hace que no se puedan respetar los procesos, ya que nos obligan a conseguir resultados en un determinado periodo y de esa manera, forzamos para que estos resultados aparezcan. Muchas veces “obligamos” al productor a que siembre algo, para luego poder informar cuantas hectáreas se han implantado y mostrar resultados positivos. Cuando vamos al año siguiente, el productor ya no siembra y nos sentimos frustrados. Y digo esto haciendo la salvedad de que no debemos caer en el extremo opuesto, donde por respetar “el proceso de la gente”, nunca hagamos nada.

EL CRÉDITO

Demetrio Bascho me decía, y esto se lo escuche decir a varios productores, que si hubiera contado con asistencia técnica antes de sacar el crédito, quizás no hubiera necesitado de este. Y en esta aseveración encontramos lo que Polan Lacki llama un error del desarrollo agropecuario: Sobrestimar la importancia de los factores materiales de desarrollo y subestimar los factores intelectuales; magnificando el supuesto que los agricultores no se desarrollaban porque no tenían recursos y minimizando el hecho concreto de que generalmente no lo hacían porque no sabían hacerlo. Se pensó que la modernización de la agricultura era sinónimo de distribución de tierras, créditos, tractores, insumos de alto rendimiento, etc.; y que con el solo hecho de proporcionárselos ellos sabrían encontrar las soluciones a sus problemas (Lacki, 1995:8).

CONSIDERACIONES FINALES

En nuestra profesión y en el trabajo de campo, hemos estado demasiado preocupados por la transferencia de tecnologías. En esto prevalecieron “… las concepciones referentes a esa transferencia (que) se hallan ligadas a nuestro perpetuo anhelo de ‘desarrollo’, concepto, por lo demás, sumamente ubicuo, en la medida que lo utilizamos en cualquier contexto, sin pensar en sus contenidos; en todo caso, asociado al permanente afán humano por alcanzar una vida mejor. Aspiración que entre los enciclopedistas del siglo XVIII se expresaba en las ideas de ‘progreso’, referidas fundamentalmente al ‘perfeccionamiento moral’ y que, desgajado de este contenido, ha tenido una gran influencia en el posterior desenvolvimiento de la sociedad occidental, al afirmar la posibilidad de mejorar las condiciones de vida y de trabajo, eliminando ‘progresivamente’ los constantes flagelos del hambre, la enfermedad y la muerte prematura mediante el uso ‘racional’ de la razón” (Martínez, 1989:73 y 74).
Sin embargo, a pesar del crecimiento económico y el desarrollo tecnológico, la desigualdad se ha acentuado y mantiene una tendencia histórica continua, ya que en 1820 el 20% de la población mundial más rica ganaba 3 veces más que el 20% más pobre, en 1870 era de 7 a 1, de 11 a 1 en 1913, en 1960 la relación era de 30 a 1, en 1990 fue de 60 a 1 y de 74 a 1 en 1997, es decir, hoy las desigualdades son mayores que nunca (Conferencia…, 2001:3).
Debemos volver a leer en el Libro de la Vida, para poder mejorar sin dañar, para entender que en la naturaleza nada es casual, que todo está interrelacionado, y que solo entendiendo ese sistema podremos realizar los mejores aportes. Hoy nos creemos los dueños absolutos de la naturaleza, y creemos que podemos cambiarla. Pretendemos que los poligástricos se transformen en monogástricos, introducimos genes extraños en los vegetales para que estos produzcan determinadas sustancias que les permitan conservarse por mas tiempo, ser resistente a las plagas o inmunes a las enfermedades. Y hoy el asado de vaca tiene gusto a cerdo, el tomate y los pollos no tienen sabor a nada, y deben ser condimentados para que tengan algún sabor.
En el departamento Presidencia de la Plaza, provincia del Chaco, hay alrededor de 50 familias que desde hace casi dos décadas vienen siendo asistidas por diferentes instituciones públicas y privadas, recibiendo financiamiento en varias ocasiones para sus actividades. Y hoy, para tomar leche, dependen de los programas alimentarios que se implementen, ya que no han incorporado una lechera a su sistema productivo, entre otros ejemplos que se podrían mencionar.
Pero a pesar de nuestras preocupaciones por no tener muchos resultados productivos, vemos también que hay cosas positivas: los pequeños productores se han hecho visibles, hoy sus representantes hablan con las autoridades provinciales y nacionales, plantean sus problemas, realizan aportes. A través de gestiones propias han logrado acceder a programas de agua potable, de electrificación rural, de viviendas rurales. Se ve también que continúa habiendo solidaridad entre la gente, fundamentalmente en las zonas mas alejadas, y eso es importante de rescatar.
Hoy vemos que es importante trabajar con un enfoque de género, entendiendo que en el campo trabaja toda la familia y no solamente el hombre. También vemos que se debe ir experimentando poco a poco, sin transmitir nuestras ansiedades a la gente. Hay alternativas productivas para los pequeños productores, lo que no se logra es consensuar trabajos conjuntos entre varias instituciones, aunque en este punto se ven algunas experiencias interesantes.
Hoy “vivimos y trabajamos una historia que desconoce la sub-historia que la hace posible. De allí que observamos cotidianamente las graves desarticulaciones que se dan entre las actuaciones de las cúpulas políticas y las aspiraciones e impulsos que se desencadenan en los sectores populares. Buscamos justificación para nuestras acciones en los planteamientos o pensamientos que atribuimos a nuestro difunto héroe de turno, sin siquiera percatarnos de la sabiduría del hombre y la mujer que siembran el maíz y que, al compartirlo en la olla común, logran sobrevivir, no por lo que hemos hecho, sino a pesar de lo que no hemos hecho” (Max-Neef et al, 1986:18).
Y para aportar al proceso de construcción colectiva de una sociedad mas justa, sepamos reconocer los errores cometidos, asumiendo nuestra responsabilidad por lo que hemos hecho, y también por lo que no hicimos. Y apostemos a multiplicar aquellos recursos no convencionales, ya que estos se pierden sólo en la medida en que no se utilizan. La solidaridad que se da es solidaridad que crece; el conocimiento que se entrega es conocimiento que se expande (Max-Neef et al, 1986:77). Y ese conocimiento debemos entregarlo a los productores, pero también debemos recibirlo de ellos; y esa solidaridad no solo debemos esperar que se dé entre ellos, sino que también nosotros debemos ser solidarios; y así podremos compartir entre todos la olla común de la esperanza, del amor, de la justicia.

BIBLIOGRAFÍA

·       Agriculturas Campesinas y Modernización en América Latina. Programa de Agriculturas Campesinas y Modernización. Documento de Trabajo 1991.
·       Campbell 1985 Ecología humana. La posición del hombre en la naturaleza. Salvat Editores. Barcelona.
·       Conferencia Electrónica de ONG/OSC de América Latina y el Caribe Cumbre Mundial sobre Seguridad Alimentaria: Cinco Años Después 2001 Documento de Base para la Discusión.
·       Kliksberg, Bernardo 1999 Seis Tesis No Convencionales Sobre Participación. Mimeo.
·       Lacki, Polan 1995 Buscando Soluciones para la Crisis del Agro: ¿En la ventanilla del banco, o en el pupitre de la escuela? Oficina Regional de la FAO para América Latina y el Caribe. Santiago, Chile.
·       Malinowski, Bronislaw 1999 Los argonautas del Pacífico occidental. Grandes Obras del Pensamiento Contemporáneo. Ediciones Altaya S.A.
·       Manciana, Eduardo 1996 Cerca de 200.000 agricultores venden por menos de 6000 pesos anuales. En El Cronista - Agropecuario, pág. 4. Buenos Aires, 07-06-96.
·       Martínez, Héctor 1989 Notas acerca de la transferencia de tecnologías. En Cuadernos Informativos. Revista de la CCTA. Nº 2. Diciembre 1989. pp. 73 a 82.
·       Max - Neef, Manfred; Elizalde, Antonio y Hopenhayn, Martín 1986 Desarrollo a Escala Humana. una opción para el futuro. Development Dialogue. Número especial 1986.
·       Merton, Robert K. 1957 Las Prioridades en los Descubrimientos Científicos. En La Sociología de la Ciencia. Investigaciones teóricas y empíricas. Alianza Editorial.
·       Miceli, José H. 1995 El Hábitat Rural y Marginal de Corriente. GIA - AVA. Corrientes.
·       Patroni, Aníbal O. 1999 Líneas Básicas para un Programa de Desarrollo Rural Integral. Mimeo.
·       Programa Social Agropecuario 2001 El Programa Social Agropecuario. 1993 - 2001. 8 Años de Promoción y Apoyo a Pequeños Productores Minifundistas. Ministerio de Economía. Secretaría de Agricultura, Ganadería, Pesca y Alimentación. Buenos Aires.
·       Samaja, Juan 1998 Del Mito al Logos. (Fragmento). En prensa.


[1] Este relato fue realizado a fines de la década del `90. Los números corresponden a esa época.
[2] El nombre ha sido cambiado para preservar la identidad del productor.

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