LA
REVOLUCIÓN DE VALLE
Habían
transcurrido 9 meses de la “Revolución Libertadora”, que derrocara a Juan
Domingo Perón en septiembre de 1955.
En la noche del 9 de junio de 1956 el general Juan José Valle encabezó un levantamiento
militar con focos aislados en Buenos Aires, La Plata y La Pampa, contra el
gobierno del general Pedro Eugenio Aramburu, quien había asumido el gobierno de
facto el 13 de noviembre de 1955. Durante su gobierno se intervino la CGT, se
persiguió a la clase dirigente peronista y hasta se prohibió todo tipo de
mención de términos o frases vinculadas al peronismo.
Rodolfo Walsh, en Operación
Masacre, relata que la proclama firmada por los generales Valle y Tanco
fundaba el alzamiento en una descripción exacta del estado de cosas. El país,
afirmaba, “vive una cruda y despiadada tiranía”; se persigue, se encarcela, se
confina; se excluye de la vida cívica “a la fuerza mayoritaria”; se incurre en
“la monstruosidad totalitaria” del decreto 4161 (que prohibía siquiera mencionar
a Perón); se ha abolido la Constitución para liquidar el artículo 40 que
impedía “la entrega al capitalismo internacional de los servicios públicos y
las riquezas naturales”; se pretende someter por hambre a los obreros a la
“voluntad del capitalismo” y “retrotraer el país al más crudo coloniaje,
mediante la entrega al capitalismo internacional de los resortes fundamentales
de su economía”.
Dicho en
1956, esto era no sólo exacto: era profético. Proponía un retorno crítico al
peronismo y a Perón a través de medios transparentes: elecciones en un plazo
no mayor de 180 días, con participación de todos los partidos.
La historia
del levantamiento es corta. Entre el comienzo de las operaciones y la reducción
del último foco revolucionario transcurren menos de doce horas. La represión fue
fulminante. Dieciocho civiles y dos militares fueron sometidos a juicio sumario
en la Unidad Regional de Lanús. Seis de ellos serán fusilados: Irigoyen, el
capitán Costales, Dante Lugo, Osvaldo Albedro y los hermanos Clemente y
Norberto Ros. Dirige este procedimiento el subjefe de Policía de la provincia,
capitán de corbeta aviador naval Salvador Ambroggio.
Los tiros
de gracia corren por cuenta del inspector mayor Daniel Juárez. Con fines
intimidatorios, el gobierno anunció esa madrugada los fusilamientos.
A las 24
horas del 9 de junio de 1956 no rige la
ley marcial en ningún punto del territorio de la Nación. Pero ya ha sido
aplicada. Y se aplicará luego a hombres capturados antes de su imperio, y sin
que exista la excusa de haberlos sorprendido con las armas en la mano.
El intento de restaurar la democracia concluyó al cabo de unas pocas
horas. Tres días más tarde, el 12 de junio de 1956 el
general Juan José Valle, líder del frustrado levantamiento cívico-militar, fue
fusilado en la antigua penitenciaría de la calle Las Heras por orden de Aramburu. La represión costó la vida de más de 27 civiles y militares, algunos de ellos en fusilamientos clandestinos
realizados en José León Suárez, antes de la orden de ley marcial. Por este acto se ha denominado a aquel régimen militar La Fusiladora.
Valle actuó
y entregó su vida, y eso es mucho más que cualquier palabra. La comprensión de
su actitud -decía Walsh en 1957- es hoy más fácil que en su época; será más
fácil aún en el futuro; su figura crecerá justicieramente en la memoria del
pueblo, junto con la convicción de que el triunfo de su movimiento hubiera
ahorrado al país la vergonzosa etapa que le siguió, esa segunda década infame
que vivimos.
Gerardo Roberto Martínez
Presidencia de la Plaza (Chaco); junio de 2015