jueves, 10 de noviembre de 2011

UN MODELO DE DESARROLLO HUMANO - UNA SOCIEDAD A LA MEDIDA DEL HOMBRE


“Es de importancia capital el no denigrar ni degradar la naturaleza humana” (Montesquieu).

INTRODUCCIÓN

En la clase presencial que tuvimos con el Prof. Pérez Lindo el 17 de Junio de 1999, en el marco de la Maestría en Desarrollo Social, hemos visto que para construir una sociedad es requisito necesario contar con:
1.    Un modelo de acumulación;
2.    Un modelo de organización social;
3.    Un modelo político; y
4.    Un modelo cultural.
Diferentes sociedades, a lo largo de la historia, han intentado construir un modelo de sociedad haciendo hincapié en uno de estos puntos, y desde él, definir el modelo de desarrollo. Así lo griegos antiguos se ubicaron en el modelo cultural, con lo que construyeron una sociedad que tantos aportes hizo a la humanidad. Pero al pretender expandir este modelo al resto del mundo (a los “bárbaros”), fueron destruidos.
Pol Poth, y sus Kmer Rouge, quisieron implantar en Camboya un modelo de organización social, destruyendo las ciudades y marchando hacia una sociedad campesina, matando en el intento a quienes se oponían a ello. Lo que comenzó como el intento de formar una sociedad agraria termino convirtiéndose en un Estado terrorista.
Fue Montesquieu quien definió la organización política, al separar los poderes del Estado, lo que permite tener un árbitro a quien acudir, frente al hasta entonces poder omnímodo del Rey. Carlos Marx y la mayoría de los liberales sostienen que al resolver el modelo de acumulación (para alegría de los economistas), se resuelven todos los demás problemas.

HACIA UN MODELO DE DESARROLLO HUMANO

En la búsqueda de un nuevo modelo de desarrollo, que sea realmente humano, debemos tomar los cuatro modelos vistos anteriormente, y proyectarlos hacia una nueva dimensión, donde los mismos se vean suprimidos, conservados y superados (Samaja, 1996:354). En este esfuerzo debe la ciencia, el arte y la religión hacer sus aportes a la política, a la economía, a la tecnología. Este modelo de desarrollo, que debe proyectarse desde las bases de la humanidad, “hacia un estado en el que el hombre, poseyendo ya por completo su campo de acción, su fuerza, su madurez y su unidad, llegará por fin a ser una criatura adulta. (...) Y entonces, en un acto en el que se resumirá el trabajo de los siglos, en un acto en fin y por primera vez totalmente humano, intervendrá la justicia y todo será renovado” (Teilhard de Chardin, en Luzzi, 225). Cuando logremos “implantar en el corazón del hombre el respeto por sus semejantes, los hombres lograran crear eventualmente un sistema político, social y económico que consagre este respeto” (Saint-Exupery, en Niel, 373).
“Solo en nuestro siglo la gente comprendió que es posible cambiar el mundo. Si los hombres asumen esta tarea con plena conciencia no atentaran contra sus propios intereses, no crearan una sociedad de robots mecanizados y autómatas prefabricados, sino que bregaran por el contenido humano de la sociedad futura” (Sviták, 46).

EN EL NIVEL LOCAL

Los aportes para la construcción de este modelo se hacen partiendo desde lo local, por ser el ámbito de mayor relacionamiento humano, donde se pueden hacer los mejores aportes, y se puede controlar lo que se planifica. En un nuevo modelo de desarrollo, se debe tener en cuenta el gobierno local, con la participación de todos los sectores de la comunidad, y desde allí proyectarnos al gobierno provincial, regional, nacional e internacional. La democracia debe dejar de ser representativa, para ser una democracia participativa. El derecho a ejercer el gobierno es un derecho de cada ciudadano, tal como lo establece el Artículo 21 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Así como nadie puede alimentarse viendo comer a otros, y nadie mejora su salud viendo hacer deportes a otros, así tampoco nadie puede delegar en otros el derecho a gobernar la comunidad, entendiendo por esta a la cuadra, el barrio, o el paraje.
Asimismo, el desarrollo debe generarse desde lo local, donde todos puedan hacer sus aportes. En este ámbito, lo agrario tiene una marcada importancia, ya que lo primero que debe buscarse es el autoabastecimiento alimentario de la zona de influencia. Esto tiene vital importancia en la alimentación, y como consecuencia, en la salud. Si somos lo que comemos, y queremos ser sanos, tanto de cuerpo como de espíritu, nuestros alimentos deben provenir de la propia zona donde vivimos. La humanidad evolucionó comiendo lo que encontraba a su alrededor, así los europeos desarrollaron una cultura carnívora, los hindúes una vegetariana y los esquimales se alimentaban básicamente de grasa (Lang, 277 y ss.). De nada vale querer ser vegetarianos en el Chaco, y alimentarnos de manzanas de Río Negro, de uvas mendocinas, o bananas ecuatorianas. Se debe producir cada vez más y mejor, pero no a costa de hipotecar el futuro. La ciencia debe ayudarnos a producir en equilibrio con el medio ambiente; debemos saber aprovechar la fuerza de la naturaleza a nuestro favor.
“En los países subdesarrollados, los campesinos, a quienes Marx consideraba mas o menos impermeables al fermento revolucionario y entregados a ‘la estupidez de la vida rural’, desmintieron la validez de este juicio” (Senghor, 78), por ello es importante rescatar los valores de lo agrario, de la ruralidad, en un modelo de desarrollo a escala humana.
La industrialización de los productos también debe realizarse dentro de la misma zona, de forma que el valor agregado quede en el lugar de producción. En Francia, un cerdo para ser manufacturado, no recorre mas de sesenta kilómetros desde su zona de producción. Nos basta con ir a un mercado, para ver la distancia que recorren los productos que consumimos. Si nuestro alimento es artificial, nuestra humanidad será artificial, y una humanidad artificial, no será humana.

EL APORTE DE LA CIENCIA

Podemos analizar como las distintas culturas “han generado conocimiento para evolucionar, y como este conocimiento ha ido surgiendo fundamentalmente de la observación de la vida, de su relación con la naturaleza. Quizás la ciencia moderna ha olvidado sus raíces. El hombre moderno se encuentra hoy ‘prisionero de si, y en la superurbe de cemento, prisionero de la ciudad de multitudes anónimas, casi sin más relaciones que las funcionales de la maquina productiva, administrativa y de consumo, en un ciclo reiterado. Aquí la tierra es vista como mera naturaleza material, objeto de relaciones económicas, en orden al tener. Casi todo parece funcionar bien en las sociedades industrializadas de avanzada. Pero el hombre no anda bien como las maquinas. No está satisfecho. Siente una difusa angustia, un vago miedo. Ha ensuciado la naturaleza y sembró de chatarra el cielo. Dañó la tierra. Y en cuanto a los vínculos interhumanos, ha matado al padre y no tiene madre con quien casarse, según el esquema freudiano. Busca establecer vínculos con los hermanos, pero la historia de Caín parece no haber terminado’” (Boasso, 1983:49 y ss.).
Debemos avanzar, a través del diálogo intercultural, en la construcción de un nuevo tipo de ciencia que sepa escuchar las necesidades de aquellos que no pueden hacer llegar sus inquietudes porque económicamente, o mejor dicho, monetariamente no tienen importancia; una ciencia que una la razón con el corazón, la lógica con la poesía. Debemos avanzar en la construcción de una sociedad que sepa respetar los derechos de quienes menos tienen, por que la ciencia no puede dejar de lado a vastos sectores por el solo hecho de no tener importancia económica monetaria. Una ciencia que excluya la generación de ciertos conocimientos por que van a ser destinados a los sectores más pobres, no merece llevar ese nombre.
En este modelo de desarrollo, “las verdades y los descubrimientos científicos deben empezar por dejar de ser simples instrumentos de la codicia. Entonces los obreros no serán explotados, y las maquinas se convertirán en una ayuda, antes que en un obstáculo. Aspiro a la limitación de la maquinaria, no a su erradicación” (Gandhi, en Bose, 122).
“Los descubrimientos científicos y técnicos han provocado una declinación de los antiguos valores religiosos, morales y sociales. Como dijera Jacques Ellul, barrieron del mundo a lo sagrado. Lamentablemente, el hombre santificó la tecnología. No la trata como un medio capaz de humanizar la vida, sino que se convirtió en un fin en sí misma” (Niel, 367). Debemos lograr que la respuesta a la pregunta formulada por Schudolski, “¿Siempre existirá un conflicto entre el hombre y el mundo creado por los hombres?” (50), la respuesta sea no. “El sentido práctico de toda crítica debe consistir en reclamar un control racional del progreso tecnológico y la anulación de sus consecuencias negativas, inhumanas. Así se podrá colocar a la tecnología en el plano que le corresponde, o sea el de un medio importante para la liberación y realización del hombre, y no el de un fin en sí misma” (Markovic, 114).
La ciencia tiene un aporte importante para hacer, ya que debe ayudar a sentar la base del nuevo orden, a la vez que avance en el control de los males que aquejan a la Humanidad. Pero esta ciencia, puesta al servicio del Hombre, no debe generar exclusión. Con el Proyecto Genoma Humano, que estaría finalizado para el 2001, se podrán prevenir o curar muchos males que aquejan a la humanidad, males complejos y frecuentes, como la esclerosis múltiple, el cáncer, la hipertensión y la esquizofrenia. El Doctor Francis Collins afirmó: “Estos descubrimientos nos pondrán en posición de diseñar programas de medicina individualizados, porque la gente sabrá cuales son sus principales riesgos y mantendrá una vigilancia médica acorde con eso” (Wade, 1999:12). Sin embargo, esto también traerá aparejado que aquellos que quieran tener un hijo con un modelo preestablecido, podrán hacerlo, en la medida que cuenten con los recursos necesarios para hacerlo. Así tendremos una sociedad divida entre hijos “previamente programados genéticamente”, e hijos “del azar”. “La humanización de la ciencia y la tecnología constituye una condición básica para encarar los problemas globales y para diseñar un nuevo curso de la civilización” (Pérez Lindo, 123).
“El bienestar, la cultura del trabajo, el modo de acumulación, el uso del tiempo libre, el modo de aprender y de enseñar y muchas otras cosas estarán cada vez mas determinadas por las innovaciones científico-tecnológicas. Esto quiere decir que en gran medida un nuevo modelo de desarrollo mundial deberá apelar a la movilización solidaria de los recursos de la actividad científica y tecnológica. Lo que podríamos resumir en un modelo de desarrollo inteligente y solidario. Esto quiere decir que el nuevo contrato social depende del reparto solidario de los recursos inteligentes. Algo que no siempre asumen los movimientos progresistas y que los detentores del poder científico-tecnológico no están dispuestos a compartir” (Pérez Lindo, 120).
Se debe recuperar, validar y enriquecer el saber que existe en las sociedades campesinas, para no seguir perdiendo tantos valores, tantos saberes, tanta filosofía. Debemos recuperar los mitos populares, rastrear su origen y darle su validez científica, para construir una ciencia que englobando a los anteriores métodos para fijar creencias, los supere, superándose a sí misma. Debemos construir una ciencia para la vida, no para la muerte. Los tristes acontecimientos que está viviendo Europa[2], y con ella el mundo entero, nos siguen mostrando que los esfuerzos continúan volcándose a la destrucción, no a la construcción.

EL TRABAJO

Puedo decir, como Joseph Conrad, que “no me gusta el trabajo - a nadie le gusta- pero sí me atrae la esencia del trabajo: la posibilidad de hallarse a sí mismo. La propia realidad -para sí y no para otros- lo que ningún otro hombre podrá conocer jamás” (Cf. Bottomore, 428).
“Robert Owen, y especialmente Fourier, destacaron... otro aspecto del trabajo, como necesidad psicológica del individuo, como elemento de su educación, como medio de autoexpresión, y como vinculo con otros hombres. Fourier arguyó que los hombres son creadores y activos por naturaleza, y que es posible hacer mas atrayente y agradable el trabajo que reclama la sociedad, para lo cual, en primer término, hay que armonizar mas estrechamente las ocupaciones con los gustos e inclinaciones individuales, y, en segundo término, introducir variaciones en la naturaleza del trabajo recurriendo a cambios de ocupación en el curso de la jornada” (Bottomore, 429). “Los métodos de producción modernos nos han dado la posibilidad de la paz y la seguridad para todos; hemos elegido, en vez de esto, tener trabajo de sobra para algunos e inanición para otros. Hasta aquí hemos continuado siendo tan activos como lo éramos antes que hubiese maquinas; con ello hemos sido unos necios, pero no hay razón para seguir siendo necios por siempre” (Russell, 283).
“El hombre se realiza como hombre sólo al realizar la naturaleza, al transformarla a su medida, y al convertirse en creador de cultura, de civilización” (Senghor, 75). “(Los animales) solo producen bajo la presión de necesidades físicas directas, en tanto que el hombre produce cuando está libre de necesidades físicas y solo produce verdaderamente cuando no lo subyugan estas necesidades…. Los animales solo construyen obedeciendo las normas y necesidades de la especie a la que pertenecen, en tanto que el hombre sabe como producir según las pautas de todas las especies y sabe como aplicar la pauta apropiada a un objeto. Así, el hombre también construye obedeciendo las leyes de la belleza” (Marx, en Senghor, 75).
“Lo primero que distingue al arquitecto mas incompetente de la mejor de las abejas consiste en que el arquitecto ha construido un celdilla en su cabeza antes de plasmarla en la cera. El proceso de trabajo termina con la creación de algo que, al comenzar dicho proceso, ya existía en forma ideal. Lo que sucede no consiste simplemente en que el trabajador introduce un cambio de forma en los objetos naturales; al mismo tiempo, en la naturaleza que existe independientemente de él, realiza su propia intención, la intención que dicta la ley a sus actividades, la intención a la que ha de subordinar su propia voluntad. Y esta subordinación tampoco constituye un acto momentáneo. Durante todo el curso del trabajo debe materializarse no solo el esfuerzo de sus órganos corporales, sino también su voluntad intencional, que se manifiesta en forma de atención” (Marx, en Senghor, 81).
“Hoy, todo trabajo pesado que pueda realizar una maquina es ejecutado mejor por esta; en estos tiempos, ‘pesado’ es generalmente sinónimo de tedioso y repetitivo, ya sea en la fabrica o en la oficina. Pero en todo ser humano palpitan profundamente el instinto de artesanía, la necesidad de sentirse útil, el deseo de realizar. Los trabajos que encuentra la mayoría de la gente no satisfacen todos estos requisitos. La dedicación total al tipo de empleo que generalmente se consigue, ya sea en fábricas u oficinas, ha sido radicalmente desplazada por la tecnología. La emancipación del hombre respecto de tareas indignas de la capacidad humana debería liberar esta capacidad para una multitud de actividades que se encuentran descuidadas en nuestra civilización: la enseñanza y el aprendizaje, la investigación científica fundamental, las artes escénicas y gráficas, la literatura, la artesanía, la política y el servicio social. La característica de estas actividades consiste en que implican la relación mutua entre personas mucho mas que entre personas y objetos. Es notorio que no son actividades productivas, y tampoco son lucrativas en el sentido estricto de la palabra” (Piel, en Tittmus, 425). Pero si logramos disminuir el tiempo de trabajo, a la vez que podemos también planificar las actividades par el tiempo libre, podremos progresar espiritualmente, y materialmente se podrá lograr que más personas tengan acceso al trabajo.
Debemos esforzarnos en construir “un mundo donde nadie se vea obligado a trabajar más de cuatro horas al día, (donde) todo hombre que sienta inquietudes científicas podrá satisfacerlas, y todo pintor podrá pintar sin morirse de hambre, no importa lo muy excelentes que puedan ser sus cuadros. Los escritores jóvenes no se verán obligados a llamar la atención sobre si por medio de sensacionales chapucerías, hechas con miras a obtener la independencia económica que se necesita para las obras monumentales, y para las que, cuando por fin llega la oportunidad han perdido la capacidad y el gusto. El hombre que en su trabajo profesional se interese por alguna fase de la economía o la administración, será capaz de desarrollar sus ideas sin el apartamiento académico, que hace aparecer carentes de realismo las obras de los economistas universitarios. Los médicos tendrán tiempo de aprender acerca de los progresos de la medicina; los maestros no lucharan desesperadamente para enseñar por medios rutinarios las cosas que aprendieron en su juventud, y que en el intervalo han podido resultar falsas” (Russell, 282).
Si el trabajo que realizamos no es capaz de brindarnos esas satisfacciones al espíritu, tan necesarias como las satisfacciones materiales, nunca será un derecho, tal como lo establece la Declaración Universal de los Derechos Humanos, sancionada por la Asamblea General de las Naciones Unidas el 10 de Diciembre de 1948, en su Artículo 23 inc. 1 que dice que “Toda persona tiene derecho al trabajo, a la libre elección de su trabajo, a condiciones equitativas y satisfactorias de trabajo y a la protección contra el desempleo”. Si no logramos esas satisfacciones, el trabajo será un deber, una obligación, pero no un derecho.

LA CONTAMINACIÓN AMBIENTAL

Otro punto importante a tener en cuenta en la elaboración de un modelo de desarrollo humano es el de la contaminación ambiental y el recalentamiento global, temas importantes y que han sido incorporados a la agenda internacional, si no queremos que “el hombre desaparezca gloriosamente enterrado por las maquinas de contaminación que creo” (Hedstrom, 9). Sin embargo, no se debe olvidar otros tipos de contaminación, no menos importantes, como es la contaminación de la miseria. Miles de niños que mueren de hambre, o como consecuencia directa del hambre, deben llamar la atención. La pregunta que Dios hizo a Caín “¿Qué has hecho de tu hermano?” (Gn 4, 9) nos debe seguir interpelando. Si no ponemos nuestros mejores esfuerzos en superar estas miserias, la sangre de nuestros hermanos seguirá clamando justicia. Se debe “llevar la bioética al plano de las biopolíticas, (esto) significa admitir que las amenazas mas graves a la calidad de vida en la actualidad se encuentran en los procesos de pauperización, de exclusión social y de subalimentación que padecen mas de mil millones de personas” (Pérez Lindo, 121).
Debemos tomar conciencia que hemos llegado, como humanidad, al borde del abismo. Hoy, como nunca antes en la historia, asistimos al doble peligro de la destrucción de nuestra casa común, de nuestro planeta Tierra, ya sea por la catástrofe nuclear o por el desastre ecológico. Si no volcamos nuestros esfuerzos en construir una ciencia para la vida, rescatando los valores de aquellos que ayudan a continuar la vida, asistiremos al triste cumplimiento de la profecía que Aureliano Babilonia descifró en los pergaminos de Melquíades (García Márquez, 1989:360): “Las estirpes condenadas a cien años de soledad, no tendrán una segunda oportunidad sobre la tierra”.
Para tener la oportunidad de seguir habitando este planeta, junto con una humanidad sin excluidos ni excluidores, “es necesario considerar las responsabilidades de las clases dominantes, a través de la historia, en la depredación de la naturaleza, señalando claramente, que el sistema capitalista, desde la primera revolución industrial del siglo XVIII ha provocado los desastres ecológicos más significativos y que solamente el hombre podrá superar la crisis ambiental en un nuevo tipo de sociedad (...) que se base en una planificación ambiental” (Hedstrom, 10) que nos permita gozar de aire puro, agua pura, medio ambiente puro.

LA EDUCACIÓN

Debemos hacer realidad lo expresado en la Declaración Universal de los Derechos Humanos: “toda persona tiene derecho a la educación”, y “la educación tendrá por objeto el pleno desarrollo de la personalidad humana” (Art. 26, inc. 1 y 2).
Para ello, la educación debe empezar  a partir de nuestra propia historia, de nuestra propia realidad, y desde allí proyectarnos al mundo, haciendo los aportes que puedan enriquecer la cultura universal. “Nuestra época, más que ninguna otra, tiene necesidad de la sabiduría para humanizar todos los nuevos descubrimientos de la humanidad. El destino futuro del mundo corre peligro si no se forman hombres más instruidos en esta sabiduría. Debe advertirse, a este respecto, que muchas naciones, económicamente pobres, pero ricas en sabiduría, pueden ofrecer a las demás una extraordinaria aportación” (Gaudium et Spes, n. 15).
“Se debe educar a los jóvenes para que desarrollen libremente sus cualidades personales y debe esforzarse por cambiar la antigua estructura de las relaciones humanas. Una vez que estas relaciones se hayan hecho fraternales y productivas (colectividades pequeñas y responsables, grupos de trabajo, autonomía de los trabajadores), no habrá por qué temer al uso de las tecnología, pues ésta se hallará controlada por la razón, por la amistad, por el rechazo de la alienación por la necesidad de una vida creadora y por el amor a la cultura. Entonces la tecnología contribuirá a la prosperidad de un sistema (…) plenamente humano” (Niel, 375).
“La principal capacidad a desarrollar es la posibilidad de que cada escuela encuentre sus propias estrategias, elabore sus propios proyectos institucionales, administre crecientes recursos, contextualice contenidos y técnicas pedagógicas, genere mecanismos de participación comunitaria, etc. Todo ello con el objetivo de garantizar que sus alumnos accedan a aquellos valores, conocimientos y competencias que el conjunto de la sociedad definió como necesarios para que todo ciudadano esté en condiciones de alcanzar una participación social plena” (Filmus, 1998:82).

EL ESTADO

“Frente a los desafíos de la globalización y a las amenazas de los nuevos poderes transnacionales (mafia, narcotráfico, corporaciones neocoloniales, etc.) el Estado Nacional sigue siendo la garantía para que exista una sociedad justa” (Pérez Lindo, 1999:11). El Estado es lo único que tienen aquellos que poco o nada tienen. Los pobres van a curarse a los hospitales del Estado, sus hijos van a aprender a las Escuelas públicas; la esperanza de tener el acceso a una vivienda más confortable esta puesta en los planes de vivienda del Estado.
Esto no significa crear un todopoderoso estado que ahogue las riquezas de las individualidades. “En los países comunistas, la ‘dictadura del proletariado’ (…) convirtió al Estado en un monstruo omnipotente, sin alma, que ahogó las libertades naturales del ser humano y secó las fuentes del arte, sin el cual la vida no es digna de ser vivida” (Senghor, 79). Tampoco debemos olvidar “que las sociedades capitalistas reconocen jurídicamente la igualdad y la libertad de todos los ciudadanos ante la ley y el derecho de todo individuo a expresar libremente sus ideas. Sin embargo, la desigualdad económica reduce esta equidad y la libertad del individuo a una categoría exclusivamente formal, porque los ciudadanos de esa democracia están divididos en una minoría de ricos y una masa de trabajadores relativamente pobres, y por que dicha pobreza despoja a la masa de trabajadores de la posibilidad de disfrutar verdaderamente de las libertades reconocidas por la ley, y de aprovechar efectivamente el derecho a expresar sus ideas en forma pública. En una oportunidad, Anatole France dio una definición famosa: La ley reconoce a los millonarios y a los vagabundos el mismo derecho a dormir debajo de los puentes de París” (Goldmann, 59). “‘Sin alimento, vestido, abrigo y educación, no hay igualdad ante la ley y la ley es el estado de derecho y el estado de los derechos’. Sin equidad social tendremos democracias políticas de ‘baja intensidad’ o de ‘baja calidad’” (González Bombal y Krotsch, 12).
En la conformación de este nuevo “Contrato Social no (se) puede obviar su referencia a un estado social de derecho que garantice los derechos humanos, un nivel de productividad económica que permita superar la pobreza y la exclusión, y una idea de ciudadanía moderna que supere el liberalismo. Ciudadano no es solo aquel individuo que vota y puede valerse a sí mismo sino y sobre todo quien tiene la capacidad de crear y recrear el orden social por medio de la cooperación”. Y “la cooperación no se alcanza sino cuando los ciudadanos son capaces de ‘ternura’, de una vivencia del ‘otro’ como parte indisociable de un ‘nosotros’. No hay ciudadanía ni cooperación sin una simpatía por el ‘otro’ que haga de él un semejante y no alguien ajeno cuya suerte y destino nada nos compete”. “La comunidad es aquello que se puede compartir, lo que incluye, por que no es posible compartir lo que excluye” (González Bombal y Krotsch, 11 y ss.).
 “El  Contrato Social por advenir debe hacer del siglo XXI el siglo en el que el ideal de la igualdad de oportunidades se concrete finalmente”, en el que “las sociedades descubren una nueva fuente de energía social: la solidaridad orientada por una lógica del don, del desinterés... Frente a este ‘descubrimiento’ se plantean preguntas de difíciles respuestas” (González Bombal y Krotsch, 12).
En los últimos años “se ha verificado una tendencia hacia una mayor participación de las ONG´s pero también se constata que se carece de mecanismos formales para lograr impactar en políticas públicas y hacer que las decisiones no se tomen a puertas cerradas para la ciudadanía” (González Bombal y Krotsch, 15). En muchos casos, la participación de las ONG’s ha sido la de captar recursos del Estado, al que criticaban por su ineficiencia, y replicar los mismos viejos modelos de paternalismo y/o asistencialismo. En cuanto a las empresas, “se pasa de la filantropía, como beneficencia o donación, a una estrategia que incorpora lo social a la cultura de la empresa. Estas prácticas socialmente situadas para ser fecundas deben articularse y complementarse con otras organizaciones a través de alianzas de trabajo y cooperación contribuyendo de este modo al incremento del capital social de la comunidad” (González Bombal y Krotsch, 18).
Es importante tener en claro que “las organizaciones del Tercer Sector no pueden ni deben atribuirse la representación de la sociedad civil; si así lo hicieran estarían afectando los principios de la representación política de las democracias republicanas” (González Bombal y Krotsch, 29).

EL GOBIERNO MUNDIAL

No se puede terminar un trabajo sobre un nuevo modelo de desarrollo, si no se hace un aporte a lo que debe ser un nuevo gobierno mundial, que supere las actuales estructuras, donde aún subsisten las divisiones entre los débiles y los poderosos, siendo el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, con su poder de veto, un claro ejemplo de ello. “El correlato coherente de la universalización de las relaciones sociales debe ser la creación de un nuevo orden jurídico internacional, concepto que se viene elaborando desde fines de la Primera Guerra Mundial; las convenciones internacionales sobre derechos individuales, sociales, culturales y ecológicos adoptados a través de las Naciones Unidas desde 1948 en adelante son una prueba de ello. Pero el hecho de que los países mas poderosos se resistan a aceptar las instancias jurídicas supranacionales genera graves contradicciones, y para superarlas hace falta un consenso político, pero también hay que encontrar las fórmulas teóricas, conceptuales y operativas para dar lugar a los nuevos espacios jurídicos” (Pérez Lindo, 119).
“La transnacionalización de la economía tiene un correlato lógico en la transnacionalización de la democracia, o sea, el establecimiento de un estado de derecho transnacional con participación de los ciudadanos de la comunidad mundial a través de organizaciones de distinto grado” (Pérez Lindo, 122 y ss.). “Los limites de las tentativas regionalistas señalan la necesidad de pensar el concepto de democracia transnacional. Para articular la globalización económica, tecnológica y comunicacional con la universalización de las relaciones sociales debemos pensar en un sistema mundial solidario no dominado ni por países y bloques regionales, ni por las transnacionales ni por los organismos financieros. A la transnacionalización económica debe corresponder la transnacionalización de la democracia, o sea, el establecimiento de un gobierno mundial” (Pérez Lindo, 123).

PARA FINALIZAR

De a poco, y muy lentamente, se van encontrando algunas respuestas a las preguntas que desde los albores de su creación se ha hecho el hombre “‘¿De dónde venimos? ¿A dónde vamos?’. Venimos de la historia; somos personas; vamos a encontrarnos con nosotros mismos. Estos son los prolegómenos de la antropología científica para el humanismo (…), para la filosofía del hombre, para la filosofía de la libertad del hombre” (Sviták, 44). “Los mismos hombres son los responsables del humanismo..., y nadie puede arrebatarles esta responsabilidad: ni una personalidad fuerte, ni las armas ni las instituciones, ni la perfección técnica. Solo los hombres, con sus actos, pueden responder por el contenido (…) del humanismo” (Sviták, 46).
“En cada etapa histórica (…) se necesita una filosofía capaz de mantener enfocados lo problemas esenciales de la existencia humana, de orientar constantemente y de ayudar a comprender las posibilidades optimas de vida libre y fecunda implícitas en la sociedad dada. Esta filosofía ha de contar con un método idóneo para la crítica, y no solo para la acumulación de conocimientos positivos (…) un método que desnude las contradicciones principales de la condición humana en cada época, y especialmente aquellos aspectos negativos que deben ser superados por la acción creadora práctica para permitir el próximo paso hacia la realización de los ideales humanistas fundamentales. Así, la filosofía humanista y el método dialéctico parecen presuponerse recíprocamente” (Markovic, 115).
La lucha por el Derecho (Samaja, 1996:358), que hizo avanzar a la humanidad hasta este punto de la historia, y al cual la ciencia hizo su aporte importante, recibiendo de la misma sociedad los valores que la fueron enriqueciendo, debe seguir avanzando; y ese Derecho por el cual sigue luchando será el derecho de una sociedad sin excluidores ni excluidos, donde las minorías sean respetadas y los privilegios abolidos; una sociedad en la cual, como decía Bertold Brecht “Las desigualdades sean eliminadas, pero no las diferencias”, ya que estas serán las que nos enriquezcan, tomando lo mejor de cada uno, para superarnos mutuamente y proyectarnos a una dimensión superior del conocimiento.
Decía Rousseau que “el hombre nace libre, y esta universalmente encadenado. Uno se cree amo de los demás, y sin embargo es mas esclavos que ellos” (Libro I, Cap. I). La humanidad ha construido una sociedad en la cual se ha encarcelado. Hoy debemos pensar en romper esas barreras, en cortar las cadenas que nos tienen atados a nuestros prejuicios, nuestros odios, nuestras ambiciones. “Los prejuicios propios de la modernidad condujeron casi siempre a una completa desvalorización del polo mito-poético, identificándolo, prácticamente con la completa irracionalidad. La antinomia ‘civilización o barbarie’ contiene ese prejuicio de manera paradigmática” (Samaja, 1998).
“Todavía no se ha logrado una humanidad compuesta por hombre libres, relacionados con sentido creador entre sí y con el mundo” (Niel, 372), pero nuestros esfuerzos debemos encaminarlos hacia ello, de esta manera, se podrá construir una sociedad mas justa e igualitaria, donde no se encuentre “la razón por encima de la ciencia ni la ciencia por encima de la razón; ni el individuo por encima de la sociedad ni la sociedad por encima del individuo” (Cerroni, 157).
Por último, dejo que Adolfo Pérez Esquivel haga el cierre de este aporte, que solo pretende poner un granito de arena en la construcción de la Utopía:
“Las utopías hay que vivirlas para hacerlas realidad, necesitamos esa dosis de idealismo practico y la fuerza espiritual para enfrentar, compartir y transformar un mundo cada día más complejo, individualista y competitivo, en lograr que la solidaridad vaya abriendo la puerta de la esperanza a los enamorados de la vida” (Pérez Esquivel, en Pucher, 73).
1º quincena de Julio de 1999

BIBLIOGRAFÍA

·      Boasso, Fernando 1983 Atahualpa Yupanqui. Hombre - Misterio. Editorial Guadalupe.
·      Bose, Nirmal Kumar Gandhi: humanista y socialista. En Fromm, Erich y otros.
·      Bottomore, T. B. Industria, trabajo y socialismo. En Fromm, Erich y otros.
·      Cerroni, Umberto El humanismo socialista y la ciencia. En Fromm, Erich y otros.
·      Concilio Vaticano II Gaudium et Spes.
·      El Libro del Génesis. En La Sagrada Biblia. IV Edición corregida. Editorial Guadalupe. Buenos Aires.
·      Filmus, Daniel 1998 La descentralización educativa en el centro del debate. En Isuani, Aldo y Filmus, Daniel (Comp.) La Argentina que viene. Grupo Editorial Norma. Buenos Aires.
·      García Márquez, Gabriel 1989 Cien Años de Soledad. Editorial Sudamericana.
·      Goldmann, Lucien Socialismo y humanismo. En Fromm, Erich y otros.
·      González Bombal, Inés y Krotsch, Pedro 1999 Hacia un Nuevo Contrato Social para el siglo XXI. IV Encuentro Iberoamericano del Tercer Sector. Reflexiones Finales. Buenos Aires.
·      Hedstrom, Ingemar Planteo preliminar Ecológico. En Cultura, Ética y Religión frente al desafío ecológico. Pp. 9 a 18. Centro de investigación y Promoción Franciscano y Ecológico (CIPFE). Montevideo. 1989.
·      Lang, Fraser La búsqueda de una dieta ética. Comiéndose el mundo. En ECO-AGRO 1992 Agricultura Orgánica. Experiencias de Cultivo Ecológico en Argentina. Pp. 277 a 285. Planeta Tierra.
·      Luzzi, Jacinto El Punto Omega según Teilhard. En CIAS, Año XXXV - Nº353. Pp. 225 a 239. Junio de 1986.
·      Markovic, Mihailo Humanismo y dialéctica. En Fromm, Erich y otros.
·      Niel, Mathilde El fenómeno de la tecnología ¿Liberación o alienación del hombre? En Fromm, Erich y otros.
·      Pérez Lindo, Augusto 1999 Hacia la reconstrucción del Estado.
·      Pérez Lindo, Augusto Nuevos paradigmas y cambios en la conciencia histórica. Volumen 4. EUDEBA.
·      Pucher, Konrad La cultura y los valores ¿crisis ecológica, crisis de valores? En  1989 Cultura, Ética y Religión Frente al Desafío Ecológico. Pp. 73 a 93. Centro de Investigación y Promoción Franciscano y Ecológico (CIPFE). Montevideo.
·      Russell, Bertrand Elogio de la ociosidad. En Fromm, Erich y otros.
·      Samaja, Juan 1996 Epistemología y Metodología. Elementos para una teoría de la investigación científica. Colección Temas. EUDEBA.
·      Samaja, Juan 1998 Del Mito al Logos (Fragmento). En prensa.
·      Schudolski, Bogdan Humanismo renacentista y humanismo marxista. En Fromm, Erich y otros.
·      Senghor, Léopold El socialismo como humanismo. En Fromm, Erich y otros.
·      Sviták, Iván Las fuentes del humanismo socialista. En Fromm, Erich y otros.
·      Titmus, Richard La asistencia social y el arte de dar. En Fromm, Erich y otros.
·      Wade, Nicholas Pronto se conocerá el genoma humano. En La Nación, 12-06-99, pp. 12.



[1] Trabajo presentado a la Maestría y Especialización en Desarrollo Social - Facultad de Humanidades - UNNE. Agosto de 1999.
[2] Al momento de escribir este artículo, se estaba desarrollando la guerra en Croacia.

DERECHOS COMUNITARIOS ANCESTRALES Y DERECHOS POSITIVOS TRADICIONALES


ESTADO DE LA CUESTIÓN

Si consultamos al Gran Diccionario SALVAT para conocer el significado de las palabras derecho, ancestral y comunitario, leeremos las siguientes definiciones: “Derecho: Facultad natural del hombre para hacer lo que le conduce a sus fines. Facultad de hacer o exigir todo aquello que la ley o la autoridad establecen en nuestro favor. Justicia, razón. Conjunto de principios, preceptos y normas que regulan las relaciones humanas en toda sociedad civil. Se opone a de hecho, para indicar lo que es legitimo en contraposición a lo que existe”; “Ancestral: De los antepasados; propio de ellos”; y “Comunitario: Propio de la comunidad”.
De estas definiciones, la que nos puede causar mayores sorpresas es la primera de ellas. La definición de derecho es contradictoria, ya que por una parte nos habla de la facultad natural del hombre para hacer lo que le conduce a sus fines, y por otra parte nos habla de la facultad de hacer o exigir todo aquello que la ley o la autoridad establecen en nuestro favor. Ahora bien, si lo que establece la ley o la autoridad como legítimo no es lo que le conduce a sus fines, ¿cómo se debe actuar ante esa situación? En la misma definición que hablábamos anteriormente se opone derecho a de hecho, para indicar lo que es legitimo en contraposición a lo que existe. De esta manera, ante los usos y costumbres que ya existen y que son fuentes de derecho, es superior lo que se legitima ex-post, que en muchos casos esta en oposición a lo existente.
En el presente trabajo trataremos de analizar y ver como esta situación se plantea en diversas oportunidades, y como los derechos comunitarios ancestrales se contraponen a los derechos legitimados por quienes han tenido la fuerza suficiente para imponer esas normas. Para ello analizaremos algunos casos que nos permitan analizar la cuestión desde una óptica realista, situándonos desde nuestra cultura “occidental y cristiana” y comparando con las distintas realidades de las diferentes culturas con las cuales, en muchos casos, convivimos, y a las que juzgamos desde nuestros valores (Colazzo, 1999), desde un nosotros, sin realizar el esfuerzo de tratar de entender la alteridad de los otros (Altabe et al, 1997:17).

LA LEGISLACIÓN POSITIVA Y LAS COSTUMBRE COMUNITARIAS

Charles Peirce, al analizar los procedimientos para fijar creencias, menciona como uno de los métodos el de la autoridad (Samaja, 1996:25), donde ya nos encontramos ante una primera capacidad de aprender del otro; de recibir y trasmitir socialmente creencias de parte de otros sujetos (Samaja, 1998). “El paradigma de la Autoridad,... (es)... la tradición comunitaria, en la que se constituye la unidad misma de la Comunidad. Esta es la que manda creer algo porque todos lo creen y lo han venido creyendo desde tiempos inmemoriales. La autoridad de los otros (vivos y muertos), como totalidad comunal, pesa con la fuerza de lo sagrado que normalmente inviste a la Sociedad. Es decir, con la fuerza del horror que comparte apartarse o ser apartado de la comunidad” (Samaja, 1998).
En este caso, nos encontramos ante la autoridad de la Comunidad, que establece sus normas ante los acontecimientos que suceden cotidianamente, como puede ser el caso de la muerte de un familiar. La tradición comunitaria, anterior a la legislación positiva, establece la costumbre de que cuando alguien de la familia muere, esta debe “reencontrarse (...) a rezar la novena, como lo hacían allá, en su provincia natal. Era lo que correspondía conforme a sus creencias, de acuerdo a lo que les habían enseñado de chicos. Debían rezar durante nueve días, la novena comenzaba después del entierro. Así lo hacían en el campo y querían mantener su tradición. Nueve días pasaba junta la familia y esto solo sucedía ante la muerte de la madre” (Farinello, 1996:54 y ss.). Cuando los integrantes de comunidades que mantienen estas costumbres deben emigrar, estas creencias le ocasionan serias dificultades con culturas diferentes a las propias, y frente a leyes que no tienen en cuenta esta situación. La legislación laboral actualmente vigente en nuestro país establece que ante la muerte de un familiar, la licencia que corresponde es de 3 días si se encuentra a menos de 60 kilómetros, y de cinco días si se halla a mayor distancia.

EL DERECHO A LA IDENTIDAD DIFERENTE

En esta cuestión de los derechos comunitarios ancestrales, es importante darse cuenta de que nos encontramos con dos culturas diferentes y por lo tanto, también con dos escalas de valores distintos. En el decir de Rosendo, los blancos “no tienen ojos para darse cuenta de que nosotros somos diferentes, que tenemos una identidad que nos enorgullece y nos ha marcado con fuego que nunca se ha de apagar. Ellos no quieren aceptar de que nosotros estemos orgullosos de ser diferentes. A ellos les da vergüenza de que somos aborígenes. Solamente si conservamos el orgullo de ser indios, podremos ser respetados” (Nazar, en Altabe et al, 1997:7).
En las Constituciones Provinciales de Jujuy y Salta, “se conserva aún la vieja redacción de algunas constituciones provinciales de la década de 1950 que utilizaban conceptos perimidos en la actualidad por su carácter ‘paternalista’. Tal es el caso de la legislación que propugna la ‘protección del aborigen’ o su ‘integración a la vida nacional’” (Altabe et al, 1997:9). Algo similar establecía la anterior Constitución brasileña, que consideraba a los aborígenes como “inimputables”, con lo que, bajo el disfraz de la protección, se les negaban sus derechos, al considerarlos un sujeto incapaz, y convirtiéndolos en objeto de tutela (Sotomayor Acosta, 1996:94).
Un caso que ha sido  permanente fuente de conflictos, surge con la desigual concepción que sobre el uso de la tierra tienen indígenas y blancos. “Mientras que para los primeros la Tierra es ‘Madre’, base de su cultura, fuente de subsistencia, raíz de su organización familiar y comunitaria, y origen de su religión, para los segundos en un mero medio de producción, un capital, un artículo que se compra y se vende” (Saizar, 1989:16).
“Desde un punto de vista etnocéntrico, lo mejor para cada pueblo es lo suyo: nuestra gente, nuestra cultura, nuestra manera de vivir y relacionarnos. En guaraní lo expresaríamos con el excluyente ore[2]. Cuando al etnocentrismo se añade el progreso material y tecnológico propio de la segunda mitad del siglo XX, el complejo de superioridad nos lleva a pensar y decir que quien se rehúsa subir al carro del ‘progreso moderno’ está condenado a desaparecer, porque lo nuestro es evidentemente mejor” (Acción, 1993:2). Así fue que los blancos, “creyéndose el centro de la humanidad y considerando su cultura como superior y hasta única, trataron a los aborígenes como bárbaros, salvajes e inferiores. Imposibilitados por ese etnocentrismo, de comprenderlos y aceptarlos como personas diferentes con modos de vida diferentes, llevaron a cabo contra ellos campañas de exterminio, tanto en la época de la conquista como durante la colonia y la república” (Saizar, 1989:12).
En nuestros días, “a una persona con mentalidad neoliberal le interesa mas el rendimiento rápido y fácil, y no le importa tanto el costo social. Mirando el agro con categorías empresariales parece que la agroindustria va a ser mas rentable que la producción agrícola campesina. Por consiguiente hay que desplazar del campo a los campesinos, para dejar campo libre a los tractores, a las grandes maquinarias agrícolas” (Farré, 1993:36).
La falta de respeto a las culturas puede observarse en ejemplos tan simples como los planes de viviendas, planificados en contextos totalmente diferentes al del lugar de construcción, tanto por las costumbres, clima, tradiciones, etc., y no atendiendo a las reales necesidades de los futuros beneficiarios. “Entre los chiriguano-chané ‘todavía se encuentra la disposición de las viviendas en forma tradicional: alrededor de un gran patio, en el que generalmente hay un árbol añoso, se disponen las habitaciones del grupo familiar... En él se desarrolla la vida cotidiana. Es allí donde se come, o se toma mate, o donde se organizan las fiestas que reúnen a los vecinos con motivo de la elaboración de la chicha’. En épocas recientes se han realizado construcciones de viviendas para los aborígenes dirigidas por organismos oficiales o religiosos, disponiéndolas a lo largo de una calle, una pegada a la otra, cada una con un patio en la parte de atrás, en reemplazo de las tradicionales, influyendo así en sus costumbres y organización” (Saizar, 1989:20).

EL RECONOCIMIENTO COMO PUEBLOS

En la legislación argentina, incluso en la propia Constitución Nacional, se refiere a los “pueblos indígenas”, remitiéndose como antecedente inmediato al Convenio 169 de la Organización Internacional del Trabajo. En este Convenio, el legislador establece una restricción al termino “pueblos”: “‘La utilización del término <pueblos> (...) no deberá interpretarse en el sentido de que tenga implicación alguna en lo que atañe a los derechos que pueda conferirse a dicho termino en el derecho internacional’. (Esto) implica en esencia el temor de las instituciones del Estado de que el reconocimiento del carácter nacional implique automáticamente el derecho a la ‘autodeterminación’ y responde a una visión pobre y anacrónica del valor de la diversidad cultural” (Altabe et al, 1997:15).
Desde hace veinte años se viene elaborando en el seno del Grupo de Trabajo sobre Poblaciones Indígenas de las Naciones Unidas, un proyecto de Declaración de Principios. “Las deliberaciones han girado mayormente sobre el tratamiento requerido por los indígenas, que es el de PUEBLOS, en lugar del de Poblaciones Indígenas, como viene utilizando la ONU en sus documentos. Los indígenas no han tenido aún éxito en este intento” (Prieto, 1993:9), si bien al otorgarle el Premio Nobel de la Paz a Rigoberta Menchú, “lo hace por su trabajo en aras de la justicia social y la reconciliación etnocultural, basados en el respeto de los derechos de los pueblos indígenas” (Prieto, 1993:8), lo cual tiene un alto significado.
La Conferencia Circumpolar Inuit ha declarado que “el derecho a la autodeterminación debe ser aplicado a todos los PUEBLOS, incluyendo a los Pueblos Indígenas, sin discriminación” (Boletín IWGIA, Nº 4/92, en Prieto, 1993:9). La Declaración de Principios del Consejo Mundial de Pueblos Indios[3], en la IV Asamblea Mundial, realizada entre el 23 y 30 de diciembre de 1984 en Panamá, expresa en sus primeros artículos: “1- Todos los Pueblos Indios tienen el derecho a la Autodeterminación. En virtud de este derecho pueden determinar libremente su desarrollo político, económico, social, religioso y cultural de acuerdo con los principios establecidos en esta declaración; 2- Todo Estado-Nación, dentro del cual se encuentran Pueblos Indios, deberá reconocer la población, el territorio y las instituciones propias de dichos pueblos”.
 “Esto es lo que ellos quieren y reclaman con justicia: el respeto a sus ‘derechos fundamentales a la vida, a la tierra, al territorio, a los idiomas, a las culturas, a las cosmovisiones y al ambiente, a ser nosotros mismos’” (Acción, 1993:3).

LOS DERECHOS COMUNALES

La propiedad en común de los bienes reconoce antecedentes muy antiguos (Los Hechos... 2, 44 y 4, 32); han sido utilizados por los frailes o congregaciones religiosas, o en diferentes tipos de establecimientos que poseen bienes en común para la atención al público, como ser hospicios, hospitales, etc. Han sido utilizados también en las comunidades campesinas de diversas partes del mundo como terrenos de uso común para la alimentación de los animales; en España fueron conocidos como “comunidad de pastos” y perseguidos por el gobierno español, quien en su Código Civil, “profundamente individualista, no mira con buenos ojos esta tradicional institución española; y su desdén se revela incluso al catalogarla, sin separación ni titulo especial, entre las servidumbres voluntarias. Su art. 600 declara: La comunidad de pastos solo podrá establecerse en lo sucesivo por concesión expresa de los propietarios que resulte de contrato o de última voluntad; y no a favor de una universalidad de individuos, sino a favor de determinados individuos y sobre predios también ciertos y determinados (...) Continuando con su ataque sobre esta institución, el art. 602 alienta a destruirla cuando ordena que: ‘Si entre los vecinos de uno o mas pueblos existiere comunidad de pastos, el propietario que cercare con tapia o seto una finca, lo hará libre de la comunidad’. Esto incluye el aprovechamiento de leñas y otros productos de los montes” (Altabe et al, 1997:21).
Entre los pueblos aborígenes del Noroeste argentino, “la familias se agrupaban constituyendo los ‘ayllú’ (comunidades) que tenían propiedad comunal de la tierra. De ahí salieron los trabajos comunitarios como la minga (ayuda mutua). Se unían de común acuerdo para trabajar un día en los cultivos de una familia y otro día en la de otra. Un día acá y otro allá; lo que se cosechaba se repartía entre todos y así todos tenían” (Saizar, 1989:24).
En las comunidades aborígenes existe la comunidad de bienes, por lo cual todo es común, y por lo tanto se distribuyen en la comunidad los productos de la caza o la pesca. Al ser desalojados de sus territorios, tener que emigrar, o asalariarse para poder subsistir, entre otras perdidas se observa que “a nivel económico, se perdió aquel tipo de ‘seguro’, que consistía en asegurar el tener algo para comer, establecido por la norma tradicional de la distribución igualitaria de alimentos. Se observa ya entre los Mbyá[4] una cierta tendencia de que lo comprado en efectivo no está sujeto a la obligación moral de redistribución, como sería por ejemplo la carne de un animal cazado” (Burri, 1993:30). Ejemplos de este tipo también se han notado en comunidades aborígenes de la provincia de Formosa, donde los aborígenes que perciben un sueldo no comparten este, o lo comprado con él, con el resto de la comunidad.

LOS MECANISMOS DE REPRESENTACIÓN Y TOMA DE DECISIONES

En general, los mecanismos de representación y toma de decisiones que se establecen en el derecho positivo, son los de la democracia representativa. Reflexionando sobre estas normas, un aborigen toba decía: “Hay una diferencia muy grande entre la manera de tomar decisiones entre los grupos blancos, que lo resuelven casi siempre por votación y los grupos aborígenes. La decisión se toma sobre la base del común acuerdo, siempre viene por la decisión de un grupo, así por mayoría y nunca se practica la elección. La elección es un modelo que estamos copiando ahora, es un modelo distinto a nuestra tradición. Nosotros tenemos una tradición de iglesias que se ha confederado a través de 25 años. Teníamos un solo líder que nunca se pudo tocar hasta su muerte. Y se hizo la elección después de la desaparición de ese líder. Y esto trajo muchos problemas para nosotros porque ya desviamos la orientación tradicional. Y así por tradición nunca hacíamos la elección, los que llegaban a ser designados lo eran por un consejo de grupo, nuestros problemas internos vienen por tener que cumplir los estatutos, que establecen un límite. Cada tres años hay que estar cambiando y muchas veces la gente se siente cansada por ello. No se acostumbra a los cambios” (ENDEPA, 1992:13).
Daniel Ventura, un aborigen chaqueño, decía: “No es que hoy el aborigen quiera independizarse sino que quiere participación legal en el funcionamiento a nivel provincial. Las comunidades que vienen del extranjero tienen sus organizaciones legalizadas aquí en la Argentina, pero nosotros no. Nos sentimos marginados, nos sentimos solos y oprimidos por no ser escuchados nuestros hombres que fueron o son dirigentes” (Saizar, 1989:44).
No debemos olvidar tampoco que los mismos mecanismos que establece la democracia representativa y republicana, en muchísimas oportunidades tampoco se respetan. En la práctica política argentina, se favoreció la acción del Ejecutivo por sobre el Legislativo y se mantuvieron leyes de antiquísima data en los arreglos normativos (Lo Vuolo y Barbeito, 1998:151). “El particular sistema presidencialista vigente en Argentina permite que, una vez que accedió al poder, el partido, e incluso sus representantes en el Legislativo, queden subordinados al Presidente y a la coalición de gobierno. Además de otorgarle fragilidad al sistema político, esto siempre favoreció la consolidación de liderazgos personales, sin mecanismos de contención dentro de los propios partidos políticos” (Lo Vuolo y Barbeito, 1998:152). Mencionar las consecuencias negativas de esta forma de gobernar, son bastante conocidas como para que merezcan ser reiteradas.

LOS OBJETORES DE CONCIENCIA

Fue conocido en nuestro país el caso de los Testigos de Jehová, quienes se negaban a prestar el Servicio Militar Obligatorio, basados en el mandato bíblico que dice “no se desenvainará la espada un pueblo contra otro, ni se adiestraran más en el arte de la guerra” (Isaías 2, 4). Al plantear la objeción de conciencia, eran procesados por insubordinación y condenados en consecuencia. El haber sido objetor de conciencia por ideales religiosos, no genera derechos indemnizatorios (Ley 24.043/91), ya que no lo reconoce la Comisión de Derechos Humanos, quien sí reconoce el haber estado detenido por ideales políticos (Chimentti, 1999).
Durante el gobierno del Dr. Alfonsín, a los miembros de la Comunidad de los Testigos de Jehová se los exceptuaba del cumplimiento del Servicio Militar, atendiendo que eran ministros de la iglesia. Con este artilugio legal, se los liberaba de la obligación de tomar las armas, pero no se resolvía el problema de fondo, y por el cual se negaban a prestar el Servicio Militar, que era el de no adiestrarse para la guerra.

EL DERECHO SOBRE EL PROPIO CUERPO

Varias comunidades religiosas, entre ellas los Testigos de Jehová, no aceptan transfusiones sanguíneas, ya que la Biblia establece que la sangre que sale del cuerpo, debe ser volcada a tierra. En plena conciencia, los miembros de estas comunidades firman una exoneración para los médicos y demás personal sanitario, desrresponsabilizándolos de las consecuencias que puedan tener por la no aceptación de transfusiones sanguíneas. Al margen del principio bíblico, la comunidad mencionada esgrime argumentos médicos y legales para oponerse a las transfusiones. Entre las primeras se cuenta la probabilidad de contagio con enfermedades infecciosas que pueden no aparecer en los análisis químicos y la posibilidad de utilizar sustitutos sanguíneos; entre las segundas, la obligación de respetar la voluntad del paciente.
Con relación a la donación de órganos, estos son aceptados a condición de que no impliquen transfusiones sanguíneas, quedando a la libre decisión de la persona, el aceptar los mismos. Las mismas consideraciones son utilizadas para el caso de la diálisis (Chimentti, 1999).

MARCO JURÍDICO CONCEPTUAL

La Declaración sobre la Raza y los Prejuicios Raciales establece que “1- Todos los seres humanos pertenecen a la misma especie y tienen el mismo origen. Nacen iguales en dignidad y derechos y todos forman parte integrante de la humanidad. 2- Todos los individuos y los grupos tienen derecho a ser diferentes, a considerarse y ser considerados como tales. Sin embargo, la diversidad de las formas de vida y el derecho a la diferencia no pueden en ningún caso servir de pretexto a los prejuicios raciales; no pueden legitimar ni de hecho ni de derecho ninguna práctica discriminatoria, ni fundar la política del apartheid que constituye la forma extrema de racismo” (Art. 1, inc. 1 y 2).
Una legislación respetuosa de la diversidad cultural debe otorgar algún reconocimiento normativo al derecho consuetudinario; este, desde siempre, ha dado crédito a la costumbre. Es necesario que la costumbre sea tomada en cuenta en la definición y la sanción de leyes, como también en su posterior aplicación. La República de Ecuador, en el Proyecto de Código Procesal Penal, incorpora un capítulo denominado “Proceso por delitos cometidos dentro de una comunidad indígena” por el cual establece que ante conflictos que surjan entre miembros pertenecientes a estas culturas, los involucrados pueden solicitar el juzgamiento de los mismos por parte de la propia comunidad, de acuerdo a sus usos y costumbres. El problema de la diversidad cultural exige intensamente que esa costumbre se incorpore a las leyes. (Becerra, 1997:23 y ss.). En la Argentina, existe un Proyecto de Ley de “incorporación en el art. 76 bis del Código Penal del siguiente texto como último párrafo: Si el imputado es miembro de una comunidad indígena y solicitare la suspensión del juicio a prueba, su solicitud obligará al Juez a aceptarla” (Becerra, 1997:39).
El Convenio sobre Pueblos Indígenas y Tribales de la Organización Internacional del Trabajo, establece que “las autoridades y los tribunales llamados a pronunciarse sobre cuestiones penales deberán tener en cuenta las costumbres de dichos pueblos en la materia” (art. 9, inc. 2).
El reconocimiento particular de la etnicidad de los indígenas se aparta levemente de la vocación igualitaria, mencionada desde el principio por la Constitución Argentina, estableciendo una suerte de discriminación inversa (Altabe et al, 1997:17), es decir que la ley produce un tipo de discriminación justificable para asegurar un tratamiento mas igualitario del sector favorecido por el tratamiento diferenciado (Becerra, 1997:21).
“El respeto  a la identidad de los Pueblos Indígenas debe traducirse en normas que interpreten y reconozcan las particulares formas indígenas de entender el mundo en que habitamos y las expectativas que genera en esos pueblos la pertenencia al conjunto, para, de esta manera, establecer un marco de previsibilidad de las acciones positivas del estado y de las resoluciones de conflicto” (Altabe et al, 1997:11).
En cuanto al derecho a la libre autodeterminación, el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos establece en su artículo 27 que “en los Estados en que existan minorías étnicas... no se negará a las personas que pertenezcan a dichas minorías el derecho que les corresponde, en común con los demás miembros de su grupo, a tener su propia vida cultural, a profesar y practicar su propia religión y a emplear su propio idioma”. Por su parte, la Declaración Internacional de los Derechos de los Pueblos, en el artículo 11 expresa: “Todo pueblo tiene el derecho a darse el sistema económico y social que elija”.
Con respecto a los derechos comunales, la propiedad comunitaria de bienes no está contemplada en nuestra legislación, y las comunidades que establecieran este tipo de propiedad, debían crear una persona jurídica, con el carácter de Asociación Civil, para poder ser reconocidos jurídicamente. Para el caso de las comunidades indígenas, la reforma constitucional de 1994 otorga rango constitucional a esta forma de propiedad, estableciendo que la misma debe ser definida respetando la identidad y atendiendo a la preexistencia étnica y cultural de los indígenas (Altabe et al, 1997:25). Con este antecedente, que hará necesaria la adecuación de los textos legales a esta nueva realidad jurídica, se puede pensar en la adecuación de esta misma norma a otras comunidades que no reconocen una raíz indígena, como pueden ser las comunidades campesinas, religiosas o de otra naturaleza, y que no tengan entre sus objetivos la búsqueda inmediata del lucro.
Ante aquellos grupos que plantean objeciones de conciencia ante ciertas y determinadas leyes, o de poder ejercer el derecho a decidir sobre el propio cuerpo, tomando las decisiones que en conciencia consideran mas convenientes de acuerdo a sus principios, se hace necesario tener presente que “el Estado no puede exigir que los sujetos abandonen su patrón cultural. A nadie se le puede exigir, a pesar de que ‘pueda lograrlo’, el abandono de sus parámetros culturales” (Becerra, 1997:30).

ARGUMENTOS EN JUEGO

Los reclamos planteados por las minorías para que sean reconocidos sus derechos comunitarios ancestrales provienen de la falta de entendimiento entre las partes. El etnocentrismo, que considera como valido solo lo que proviene de nuestra cultura, ha hecho que se destruyera todo lo extraño, o lo desconocido. En el plano religioso, por poner un ejemplo, “cuando vinieron los primeros misioneros cristianos, muchas veces no entendieron este papel espiritual de los chamanes en su comunidad. Por desconocimiento de su cultura, la Iglesia les tildó de magos, brujos y hechiceros” (Bremer, 1993:32).
Del mismo modo, derechos oportunamente reconocidos, como ser el de los territorios indios por parte del “gobierno de la Provincia de Buenos Aires en el año 1820, (que) firma un tratado de ‘fraternidad y seguridad reciprocas’ con los caciques de la frontera del Sur, en el cual se expresa un reconocimiento del ‘territorio de los indios’” (Saizar, 1989:16) fueron desconocidos cuarenta y ocho años mas tarde, cuando el Congreso de la Nación ordenó la Campaña del Desierto, con el fin de ampliar las fronteras agropecuarias y permitir el poblamiento del territorio por parte de los inmigrantes europeos.
Es de hacer notar que no todos reclaman el reconocimiento de sus derechos comunitarios por parte de la legislación positiva: los Testigos de Jehová sostienen que a través de la predicación del mensaje bíblico lograrán establecer en el futuro una sociedad teocrática, regida por un Consejo de Ancianos, y que pondrá en práctica lo legislado en la Biblia (Chimentti, 1999). Es por esta razón que no participan activamente en las actividades políticas partidarias.

POSIBILIDADES DE ARBITRAJE

La posibilidad de sancionar una legislación que contemple el respeto a las distintas tradiciones se torna muy dificultoso, ya que el reconocimiento de unas trae aparejada la reivindicación de nuevos derechos. Por otra parte, la legislación reconoce derechos a ciertas minorías, negándoles ese mismo derecho a otras. Por ejemplo, la Constitución Argentina establece la entrega de tierras aptas y suficientes para el desarrollo humano (Constitución... Art. 75 inc. 17), derecho que en la práctica es negado a los pequeños productores campesinos, quienes reconocen como una de sus características la tenencia precaria de la tierra, ocupando lotes fiscales, sucesiones indivisas, o terrenos privados. Este mismo derecho es negado a los pobladores de las áreas marginales de las grandes ciudades, quienes no pueden acceder a un espacio mínimo para construir una vivienda digna, y se encuentran condenados al hacinamiento y la promiscuidad.
Existe también el temor de que el “reconocer derechos territoriales, lleve a que los pueblos indígenas se tornen más ricos que las élites que los oprimen... La preocupación sobre los derechos culturales y de autogobierno apareja un temor aún más horrible: que los indígenas puedan tratar a los gobiernos de la misma manera que ellos han sido tratados a través de la historia. Un enfoque bastante poco práctico de las cuestiones” (Boletín IWGIA, Nº 4/92, en Prieto, 1993:9).

DICTAMEN SUBJETIVO

El Estado es fundamental para el logro de cambios estructurales (incluso del mismo Estado). La respuesta para los cambios no se encuentra en el desmantelamiento del mismo Estado, sino en su reconstrucción (Evans, 1996:530), existe una correlación entre el desempeño del Estado en un plan de transformación y su desempeño en un plan de ajuste (Evans, 1996:531). Pero para lograr esta transformación, deben involucrarse y ser respetadas las minorías postergadas que no tienen peso suficiente para hacer oír su voz. La presencia de los representantes de las comunidades aborígenes en las reformas constitucionales de varios países de América, es una muestra de como estas comunidades pueden llegar a hacer oír su voz. En las sociedades divididas en clases, las normas, representaciones y creencias sociales han sido fuentes constante de conflicto, que han obligado a un permanente ejercicio de mediación y resolución, resolviendo los conflictos mediante el dialogo o mediante las armas. Si no existen instancias de acuerdo, se torna irremediable el juicio de las armas. Y si bien las batallas son ganadas por la fuerza de uno de los bandos en pugna, es importante recordar que no solo es la fuerza física (de su número y de sus armas), sino también, y en primer lugar, por los motivos (fuerzas morales) que alientan a los actores. Así, todo Estado es el testimonio concreto de que ciertos grupos pudieron poner la fuerza de su lado en los conflictos con las otras facciones (Samaja, 1998).
“Podemos decir que el Estado también se define por el modo de cómo se relaciona con el complejo de las culturas. Si sólo admite una y determinada cultura oficial (que puede o no coincidir con la cultura mayoritaria), nos hallaremos ante un Estado policial y totalitario, poco respetuoso de la diversidad humana. Si, por el contrario, el Estado admite y busca el respeto de toda la diversidad cultural, nos hallaremos ante un Estado de estructura democrática -por lo menos en este punto-, respetuoso de las personas y sus grupos” (Blinder, 1993:23 y ss.).
“Lo importante a la hora de implantar una política es no olvidar que la atención a las demandas de los ciudadanos es el objetivo principal, de modo que el diseño de la implantación debe combinar, razonablemente, lo mejor de la decisión inicial y lo mejor de la iniciativa local. No importa tanto la conformance -aquiescencia con la decisión- como la performance -logro de los objetivos” (Tamayo Sáez, 1997:305).
“Es absolutamente cierto que los intereses particulares impulsan la acción de los sujetos y las instituciones; pero también es cierto que la reconstrucción incesante de la totalidad es una condición de realización de los intereses particulares. La eficacia, como un mero logro parcial, no se sostiene. La validez como puro investimento formal, que no puede satisfacer a las partes, tampoco se sostiene” (Samaja, 1996:358).
“A través del prisma de la diversidad cultural cobran nuevas dimensiones el principio de legalidad, de igualdad ante la ley, y el principio de culpabilidad. Todo el sistema de administración de justicia... y el modelo teórico que le sirve de sustento han sido pensados durante mas de cien años de espalda a los orígenes culturales de nuestra tierra. Es hora de mirar hacia nosotros mismos” (Becerra, 1997:9), teniendo presente que “una sociedad es, ante todo, una comunidad de ideas. ‘La similitud de las ideas morales positivas... es el único lazo capaz de unir a los hombre en sociedad’. Las instituciones no son mas que ideas en acto” (Durkheim, en Samaja, 1998).
No es suficiente que los derechos comunitarios estén reconocidos en la fría letra de la Ley; es necesario lograr que el respeto a los derechos de los que piensan diferente este inscripto en el corazón del hombre y de todos los hombres. Si no logramos transformar nuestra sociedad, educándonos en el respeto a los diferentes, terminaremos aniquilándonos mutuamente, y construyendo ghettos para nuestra protección, donde nunca podremos saber si los dueños de la razón son los que están adentro o los que están afuera, ya que cada parte esgrimirá los argumentos que los favorecen, denigrando aquellos que los perjudican, y no existirá un espacio de diálogo que permita la realización de acuerdos superadores. “No hay posibilidad real de democracia y desarrollo si hay algunos que no tienen oportunidad de hacer oír su voz” (Valdez, en Eroles, 164), ya que “la democracia no es una forma de organización, es un hábito cotidiano... La vida misma adquiere su significación y su alcance no por la posesión de bienes esotéricos, privilegio de algunos, sino por las grandes experiencias comunes a todas las razas: el nacimiento y la muerte; el afecto satisfecho y el afecto contrariado; los riesgos y oportunidades que la existencia diaria reserva a todos los seres humanos...” (Richmond, en Eroles, 19).
La Humanidad, el hombre, todos los hombres, debemos realizar el esfuerzo supremo de superar las diferencias que nos separan, tratando de rescatar los valores culturales, éticos, religiosos y morales que existen entre todas las culturas, para enriquecernos mutuamente y proyectarnos a una dimensión superior. No será una raza superior la que dará origen al Hombre del futuro, sino que la conjunción de razas dará nacimiento al Hombre Superior.

BIBLIOGRAFÍA

·      1992 Gran Diccionario SALVAT. SALVAT Editores S.A. Barcelona.
·      1993 Acción. Revista paraguaya de reflexión y dialogo. Centro de Estudios Paraguayos Antonio Guasch (CEPAG). Nº 137. Septiembre.
·      Altabe, Ricardo; Braunstein, José y González, Jorge Abel 1997 Derechos Indígenas en la Argentina. Cuadernos de ENDEPA Nº 3. Chaco.
·      Becerra, Nicolás 1997 Derecho Penal y Diversidad Cultural. La cuestión indígena. Fundación Centro de Estudios Políticos y Administrativos. Ediciones Ciudad Argentina. Buenos Aires.
·      Blinder, Alberto 1993 Proceso penal y diversidad cultural. El caso de las comunidades indígenas. En “Revista Justicia Penal y Sociedad”, Guatemala. PP. 23 y ss.
·      Bremer, Margot 1993 El don de la teología indígena. En “Acción. Revista paraguaya de reflexión y dialogo”. Centro de Estudios Paraguayos Antonio Guasch (CEPAG). Nº 137. Septiembre. PP. 31 a 34.
·      Burri, Stefanie 1993 Un pueblo en dispersión: Los Mbyá. En “Acción. Revista paraguaya de reflexión y dialogo”. Centro de Estudios Paraguayos Antonio Guasch (CEPAG). Nº 137. Septiembre. PP. 27 a 30.
·      Chimentti, Salvador 1999 Entrevista personal.
·      Colazzo, Susana 1999 Entrevista personal.
·      Constitución de la República Argentina.
·      El Libro del Profeta Isaías. En La Sagrada Biblia. IV Edición corregida. Editorial Guadalupe. Buenos Aires.
·      ENDEPA 1992 Dialogo entre culturas. Resistencia.
·      Eroles, Carlos (comp.) Los Derechos Humanos. Compromiso ético del trabajo social. Espacio Editorial. Buenos Aires.
·      Evans, Peter 1996 El Estado como problema y como solución. En Desarrollo Económico. Revista de Ciencias Sociales (Buenos Aires), vol. 35, Nº 140, enero - marzo 1996. PP. 529 a 562.
·      Farinello, Luis 1996 La Mesa Vacía. Desocupación y Pobreza en la Argentina. Carlos Serrano Editor.
·      Farré, Luis 1993 El nuevo gobierno y los campesinos. En “Acción. Revista paraguaya de reflexión y dialogo”. Centro de Estudios Paraguayos Antonio Guasch (CEPAG). Nº 137. Septiembre. PP. 36 a 38.
·      Lo Vuolo, Rubén y Barbeito, Alberto 1998 Las políticas sociales en la Argentina contemporánea. En Lo Vuolo, Rubén y Barbeito, Alberto La nueva oscuridad de la política social. Ciepp. Buenos Aires.
·      Los Hechos de los Apóstoles. En La Sagrada Biblia. IV Edición corregida. Editorial Guadalupe. Buenos Aires.
·      Prieto, Esther 1993 Año Internacional del Indígena y otros ritos. En “Acción. Revista paraguaya de reflexión y dialogo”. Centro de Estudios Paraguayos Antonio Guasch (CEPAG). Nº 137. Septiembre. PP. 7 a 11.
·      Saizar, Mercedes 1989 Los Pueblos Aborígenes y sus derechos en Argentina. Cuadernos de ENDEPA Nº 2. Formosa, Argentina.
·      Samaja, Juan 1996 Epistemología y Metodología. Elementos para una teoría de la investigación científica. Colección Temas. EUDEBA.
·      Samaja, Juan 1998 Del Mito al Logos (Fragmento). En prensa.
·      Tamayo Sáez, Manuel 1997 El análisis de las políticas públicas. En Bañón, Rafael y Carrillo, Ernesto (comp.) La nueva administración pública. Alianza Universidad, Madrid.


[1] Trabajo presentado a la Maestría y Especialización en Desarrollo Social - Facultad de Humanidades - UNNE. Agosto de 1999.
[2] Ore: en guaraní, nosotros en forma excluyente. Se opone a ñande: nosotros, en sentido amplio.
[3] “El CMPI es una Organización no Gubernamental, ONG, categoría III de la ONU, con status consultivo en el consejo Económico y Social. Está constituido por 5 organizaciones regionales que representan los intereses de mas de cien millones de aborígenes que viven en treinta y un países del mundo. Una de ellas es el CISA: Consejo Indio de Sud América que abarca Argentina, Bolivia, Brasil, Colombia, Ecuador, Paraguay y Venezuela. Miembro base del CISA en nuestro país es el Centro Kolla y el AIRA (Asociación Indígena de la República Argentina)” (Saizar, 1989:59).
[4] Etnia aborigen de la familia lingüística guaraní, que habitan el Paraguay Oriental, Brasil y la provincia de Misiones, en la República Argentina.